Chinelos de Xochimilco: una tradición con animes japoneses

En la Ciudad de México, los chinelos son una tradición arraigada principalmente en los barrios y pueblos de Xochimilco. En cada carnaval o celebración, es común verlos participando con su característica danza, a la que se refieren como “brincar”.

Esta tradición es originaria del Estado de Morelos. En sus inicios, los trajes que portaban las personas danzantes eran parecidos a un camisón, una sátira de las pijamas que usaban los colonizadores. El vestido habitual de los chinelos eran prendas blancas, con tres líneas azules y tres plumas. Lo complementaban con guantes y una máscara que asemejaban rasgos europeos: tez clara, mejillas rosadas, ojos de color y barba de cabellos rizados.

Posteriormente, fueron modificados para agregar bordados de santos, vírgenes o dioses de comunidades originarias

Su vestimenta se mantuvo durante décadas, hasta que a inicios del siglo, comenzaron a incorporar personajes de animes japoneses a sus trajes. Actualmente, en los trajes de los chinelos hay chaquira, lentejuelas, marabú, plumas y chapetones en diversos colores y formas. También es común ver en ellos símbolos como el yin y yang, emojis o la bandera LGBT+.

Desde 2005, la comparsa de Santa María Tepepan, uno de los 14 pueblos originarios de Xochimilco, incluye personajes de Pokémon en su vestimenta. Mientras que antes, en su volantón –la parte trasera del traje donde llevan un estandarte– portaban la imagen del santo de su pueblo o barrio, ahora bordan a Piolín o al Pato Donald.

Yoana Sánchez Garnica, una de las encargadas de la comparsa Santa María Tepepan, explica que los trajes son diferentes porque cada persona es libre de diseñarlos a su gusto: “Te das cuenta de que cada quien refleja su personalidad en su traje. Cada traje muestra los gustos y la personalidad de su portador. Aunque todos forman parte del grupo, y la mayoría de los trajes son negros, cada uno tiene algo diferente”.

Para los chinelos no importa madrugar, no importa pernoctar. Brincar es parte de su identidad. Hay familias enteras que participan en la comparsa y brincan juntas. El brinco no es solo una danza que busca acompañar a los santos y niños de los barrios y pueblos. Es un acto que une a cientos de personas que deciden mantener viva una tradición.

Además, ya no es necesario que haya un carnaval para brincar, pues las comparsas son convocadas tanto a celebraciones eclesiásticas como a festividades particulares. 

La tradición, dicen, se mantiene viva porque la comparsa es abierta, cambiante y tiene espacio para todo tipo de estilos y manifestaciones. Por eso, en los trajes que portan los danzantes hoy en día, la figura de un Pikachu puede compartir espacio con Huitzilopochtli o la Virgen de Guadalupe.

Información de corrientealterna.unam.mx

Foto de Abraham Saldívar

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