Cultura

Hablar un segundo idioma puede ser un escudo frente a la demencia.

En un mundo cada vez más comunicado, el dominio de un segundo idioma es esencial para la interacción con el resto del mundo.

Recientes investigaciones llevadas a cabo por instituciones como la Universidad de Harvard, la Universidad de York en Toronto y la Universidad de Edimburgo, entre otras, revelan que, aunque el bilingüismo no proporciona grandes beneficios cognitivos durante la juventud, en la etapa adulta sus efectos son relevantes, en especial en la prevención del deterioro de capacidades cognitivas.

Judith Salvador Cruz, maestra en neuropsicología de la FES Zaragoza, respalda la idea de que ser bilingüe puede ser un escudo frente a la demencia y expone: “El bilingüismo podría retardar la aparición de la demencia, impidiendo que esta se manifieste tempranamente. Investigaciones apuntan que si un individuo, además de su lengua materna, domina otro idioma —como el inglés, francés o alguna lengua indígena—, podría postergar el surgimiento de graves deterioros mentales hasta por cuatro o cinco años”.

La académica de la UNAM señaló que al aprender una nueva lengua se potencian funciones ejecutivas del cerebro, como la anticipación, planificación y el control inhibitorio. Esto se debe a que el cerebro “procesa la información suministrada, lo que a su vez favorece el desarrollo de nuevas habilidades”. Asimismo, enfatizó que el bilingüismo contribuye a una mayor resiliencia neurofuncional frente al daño cerebral o al envejecimiento, impacta positivamente en la materia blanca, optimizando las interconexiones cerebrales, y se relaciona con la densidad de la materia gris.

Por otro lado, el bilingüismo potencia la reserva cognitiva, esencial para combatir la demencia. El simple acto de aprender otro idioma brinda grandes beneficios en este sentido.

La reserva cognitiva, según Salvador Cruz, es la habilidad del cerebro para procesar las tareas cognitivas debido a procesos cognitivos o compensatorios pre-existentes, es decir es una destreza que se nutre y fortalece a través de conocimientos y vivencias, proporcionando una constante estimulación al cerebro.

Existen otros elementos que propician una robusta reserva cognitiva: el aprendizaje continuo, experiencias de alto nivel educativo, el hábito de la lectura, la actividad física, la socialización, el aprender a tocar un instrumento y la formación constante en nuestras labores profesionales. Todas estas actividades, aunque parezcan elementales, mantienen al cerebro activo, retrasando el surgimiento de trastornos mentales.

Información de unamglobal.unam.mx

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