Cultura

Hemingway vs. Callaghan: la pelea (literaria) de boxeo más grande de todos los tiempos

¿Sabías que los escritores Ernest Hemingway y Morley Callaghan protagonizaron la pelea más famosa de boxeo de la literatura contemporánea y que F. Scott Fitzgerald, otro gran escritor, fue su árbitro?

Ernest Hemingway y Morley Callaghan, dos pesos pesados de la literatura, se hicieron amigos —y se volvieron fans del trabajo del otro— cuando trabajaron juntos en el periódico canadiense Toronto Star en 1923.

Cuando Hemingway se fue a París en 1924, invitó a Callaghan a que lo visitara. Callaghan y su esposa, Loretto, finamente le tomaron la palabra en el verano de 1929 y ambos retomaron de inmediato su amistad.

Fue durante esos días en París cuando Hemingway sacó a colación el boxeo por primera vez. Durante una visita a la casa de Hemingway, ‘Papa’, como era conocido Ernest, le preguntó al joven Callaghan si alguna vez había boxeado. Callaghan dijo que sí. Hemingway sacó un par de guantes y exigió una prueba en la misma sala.

Callaghan al principio se negó a ponerse los guantes, pero su amigo insistió. Callaghan se puso los guantes e hicieron un poco de sparring frente a sus esposas. Callaghan esquivó un jab y bloqueó un cruzado. Intercambiaron algunos golpes más que fueron «ridículos», en palabras del joven escritor, y entonces Hemingway quedó satisfecho.

«Sólo quería saber si habías boxeado», le dijo Hemingway a Callaghan. «Puedo ver que lo has hecho». Luego invitó a su amigo a entrenar con él en el gimnasio American Club. No tenía ring, pero le prometió que tenía suficiente espacio para hacer sparring. Ambos se encontraron al día siguiente y se dirigieron al American Club para boxear de manera más seria.

«Recordaba todas las historias que había escuchado sobre las habilidades y el salvajismo de Hemingway. Esa historia que me contó Max Perkins sobre la vez que Hemingway saltó al ring y noqueó al campeón francés de peso mediano son un sólo golpe me hizo sentir ansioso. ¡Y la manera en que había menospreciado a Larry Gains!», escribiría Callaghan después.

«Ernest era grande y pesado, medía más de 1,80 m, y yo era un gordo de 1,75. Cualquiera que fuera la habilidad que yo tuviera en boxeo tenía que ver con evitar recibir golpes. Admito que tenía un estilo poco ortodoxo, cargando mis guantes demasiado bajos, esperando ser rápido con las manos. Moviéndome, agachándome, cambiando de nivel y cabeceando, busqué una oportunidad para contraatacar».

«Le tenía un poco de miedo a Ernest. Todo el conocimiento y la leyenda de los profesionales parecía estar en su guardia; y en la manera en que sostenía sus manos, su barbilla cerca de su hombro… tenía una figura impresionante. Al observarle, sólo podía pensar: ‘intenta de hacer que falle, luego deslízate lejos de él’. Todo lo que hice durante el primer round de tres minutos fue alejarme».

Una tarde, Hemingway le dio un reloj a Fitzgerald y pautaron una pelea con Callaghan a rounds de tres minutos con un minuto de descanso. Cuenta Callaghan: «Nuestro primer round fue como cualquiera de los otros rounds que tuvimos ese verano».

En el segundo round «Ernest se volvió descuidado y recibió un golpe en la boca. Su labio comenzó a sangrar». «Luego Ernest, limpiándose la sangre del labio con los guantes, y probablemente descuidado por la exasperación y humillación de tener a Scott ahí, se acercó de un brinco hacia mí. Adelantándome, lo conecté primero. Le di un fuerte golpe en la barbilla; se fue al suelo dando la vuelta y cayó tendido de espaldas».

En ese momento, Fitzgerald se dio cuenta de que el round había durado un minuto extra. «‘¡Por Dios!’, gritó Ernest. Se levantó. Estuvo en silencio durante algunos segundos. Scott, mirando el reloj, estaba callado y perplejo. Deseaba estar a kilómetros de distancia. ‘Está bien, Scott’, dijo Ernest salvajemente, ‘si quieres ver que me partan la cara, tan sólo dilo. Pero luego no digas que lo hiciste por error’.

Hemingway nunca perdonó a ninguno de los dos por aquella tarde. Su amistad con Fitzgerald se terminó ese día y su relación con Callaghan se volvió tensa. Años después, Hemingway aseguraría que aquel round duró 13 minutos (!) y que él había bebido varias botellas de vino antes de la pelea.

Información de historias de la literatura (@Historiaslitera) y de vice.com

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