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   En opinión de José Alberto Sánchez Nava  
 La Paradoja del Poder Judicial: Vocación Bajo Asedio  

José Alberto Sánchez Nava

“Donde la justicia se convierte en martirio, la vocación se extingue y la esperanza de un estado de derecho se desmorona.”

1.- México enfrenta un desafío singular y preocupante: la falta de interés de abogados y abogadas para aspirar a ser jueces de distrito, magistrados o ministros. A simple vista, parecería un contrasentido. ¿Quién no querría formar parte de una de las instituciones más importantes de la democracia, con la capacidad de impartir justicia y velar por el estado de derecho? Sin embargo, la respuesta se encuentra en un entramado de condiciones laborales, expectativas desmedidas y riesgos que convierten este sueño en una pesadilla.

2.-Un experimento único, pero incierto

La convocatoria para ser juez de distrito se presenta como un “experimento único en México y el mundo”. La frase, aunque atractiva, destila incertidumbre. Sin reglas claras sobre las condiciones salariales y laborales, los aspirantes no solo se enfrentan a una apuesta laboral incierta, sino que también deben someterse a un proceso de selección poco alentador. Comités integrados, en algunos casos, por personas sin experiencia judicial decidirán si son aptos para el cargo, lo que mina la legitimidad del proceso desde el inicio.

3.-La democracia judicial: ¿esperanza o carga?

Uno de los pilares de esta convocatoria es la campaña electoral que deberán realizar los candidatos en 60 días. Pero hay un detalle crucial: no tendrán recursos públicos ni privados para financiarla. Si actualmente ocupan un cargo en el Poder Judicial, tendrán que equilibrar la campaña con la atención a sus responsabilidades laborales, lo que incrementará el rezago judicial, ya de por sí alarmante.

Además, una vez electos, la estabilidad laboral será efímera. Cada nueve años, los jueces tendrán que someterse nuevamente al escrutinio público para conservar su puesto. Este esquema, lejos de promover la independencia judicial, podría crear incentivos perversos para priorizar decisiones populares sobre aquellas apegadas al derecho.

4.-Riesgos y escarnio: la otra cara de la moneda

La independencia judicial en México no solo se ve amenazada por intereses partidistas, sino también por los riesgos inherentes a resolver casos de alto impacto, como los relacionados con la delincuencia organizada. Aunque se promete reserva de identidad, la realidad es que la filtración de información es un riesgo constante. Los jueces no solo enfrentan amenazas contra su seguridad, sino también el constante escrutinio público.

Si ordenan liberar a una persona, el pase directo a la conferencia mañanera está garantizado, donde serán exhibidos como traidores al pueblo. Y si no resuelven en un plazo determinado, aunque el rezago judicial sea monumental, sentirán la presión de un tribunal de disciplina que se asemeja más a un verdugo que a un órgano regulador.

5.-Expectativas desmedidas y responsabilidades ajenas

El gobierno ha generado la falsa ilusión de que estos nuevos jueces resolverán problemas estructurales que son responsabilidad de otras autoridades, como la seguridad pública y la política penitenciaria. Esta narrativa no solo es deshonesta, sino que coloca una carga desproporcionada sobre los hombros de quienes aspiran a impartir justicia.

6.-El verdadero costo de la vocación

Ser juez en México hoy en día no es solo una cuestión de vocación, sino un acto de heroísmo. Quienes aspiren a estos cargos deben estar dispuestos a trabajar bajo condiciones laborales precarias, asumir riesgos para su vida y la de sus familias, y cargar con un nivel de responsabilidad descomunal.

Es un llamado a la “justa medianía”, pero bajo un esquema que no respeta la dignidad de la profesión ni ofrece las garantías necesarias para ejercerla con independencia. Más que un experimento, parece una fórmula para el fracaso. Y mientras el sistema no se reforme desde la raíz, el desinterés por estas convocatorias será la norma y no la excepción.

Conclusión: La justicia en México necesita de mentes brillantes y corazones valientes, pero también de un sistema que respete, valore y proteja a quienes la ejercen. De lo contrario, el Poder Judicial no será más que un reflejo de un país donde la justicia se ahoga entre la incertidumbre, el miedo y el escarnio público.

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