Los investigadores encuentran que las bombas terrestres de la Primera y Segunda Guerra Mundial se están volviendo más volátiles
Dos especialistas en artillería, uno del Departamento de Seguridad de la Universidad de Stavanger y el otro del Centro Noruego de Investigación de Defensa, han descubierto que, debido a su composición química, las bombas y otras municiones aún enterradas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial se están volviendo cada vez más más volátiles, lo que aumenta sus posibilidades de explotar si se les molesta.
En su artículo publicado en la revista Royal Society Open Science, Geir Novik y Dennis Christensen describieron las pruebas que realizaron con bombas recuperadas y lo que encontraron al hacerlo.
Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos dispararon cantidades masivas de explosivos contra las fuerzas enemigas en varias partes de Europa y otros lugares. Investigaciones anteriores han demostrado que muchos de esos explosivos no explotaron como estaba previsto, sino que terminaron incrustados en el suelo debido a la fuerza de su impacto. Muchos todavía están allí, algunos de los cuales se encuentran periódicamente durante las operaciones de excavación.
El mes pasado, se descubrió una bomba de 500 kg en el patio trasero de una casa en Plymouth, Reino Unido. Esa bomba fue retirada de manera segura, pero otros no tuvieron tanta suerte. Una bomba encontrada por una excavadora en Hattingen, Alemania, en 2008 explotó e hirió a varias personas.
En su nuevo esfuerzo, Novik y Christensen encontraron evidencia que sugiere que el descubrimiento de municiones sin detonar de las dos guerras mundiales podría volverse más peligroso a medida que pasa el tiempo.
El problema, señalaron los dos, es que muchas de esas bombas y otros tipos de explosivos de la época se fabricaban con Amatol, un material que se elabora mezclando nitrato de amonio con TNT (trinitrotolueno). Los investigadores explicaron que el Amatol se vuelve más volátil a medida que pasa el tiempo debido a la lenta exposición a la humedad, los metales del suelo y otros materiales. Y eso significa que es más probable que esos explosivos exploten si se los toca.
Para aprender más sobre el problema, los investigadores arrojaron materiales pesados sobre pequeñas muestras de Amatol que habían sido recolectadas en múltiples sitios en toda Europa que fueron objetivos de campañas de bombardeo. Esto demostró que es muy probable que esas bombas exploten si se las toca, como cuando la gente cava jardines o los trabajadores de la construcción cavan para sentar las bases de nuevos edificios.
A medida que se construyen nuevos espacios vacíos que alguna vez fueron escenario de batallas, aumentan las posibilidades de disturbios. Los investigadores sugieren que se tomen precauciones adicionales para evitar lesiones o incluso la muerte por la explosión de tales artefactos ocultos.