Se acabó la «Luna de Miel» de la 4T: Beatríz Pagés
¿A quién le creemos? ¿A Sheinbaum o a Trump? Populista contra populista. Los dos utilizan la posverdad, la mentira y la manipulación para satisfacer a su mercado electoral.
Ella dice que no aceptó cerrar la frontera sur para frenar la migración. Él dice que sí. Lo único cierto es que Trump ya declaró la guerra a un México institucionalmente debilitado.
Sabe que López Obrador heredó a Sheinbaum un país en ruinas, con expedientes judiciales abiertos y está dispuesto a utilizarlos para vencer.
Trump ha puesto a México en la mira y le va a disparar. El gabinete que armó es un aviso de lo que viene: J.D. Vance en la Vicepresidencia, Marco Rubio en la Secretaría de Estado, Tom Homan el “zar de la frontera”, representan un coctel de antimexicanismo y antiobradorismo que operará para obtener ventajas frente al vecino.
Claudia Sheinbaum es una Presidenta frágil y eso lo sabe Trump. Mira con malicia el experimento mexicano. Una Presidenta que ha aceptado ser Vicepresidenta. Que no manda, sólo administra. Que llegó al poder con votos, gobierno y Congreso prestados. Obligada a cumplir con una agenda de reformas constitucionales que han dejado a México convertido en un guiñapo.
El astuto Trump tiene en sus manos los expedientes. Morena –el partido en el poder– es candidato a ser considerado una organización criminal. Llegó hasta donde está financiado por los cárteles. Ahí están los señalamientos de su futuro secretario de Estado, Marco Rubio: “López Obrador ha entregado secciones de su país a los cárteles de la droga”.
Así que el “hombre de La Chingada, un lastre para México, comienza a convertirse también en una severa carga para Sheinbaum. La libertad del tabasqueño estará como sombra ominosa en el centro de las negociaciones bilaterales: si no quieren que López Obrador venga a vivir a una prisión norteamericana… cedan y acaten.
Sheinbaum se lamenta, ahora, de la agresión norteamericana, pero lo cierto es que tanto ella como AMLO propiciaron la amenaza. Las reformas constitucionales impulsadas por ellos y aprobadas por Morena han dado a Estados Unidos razones de sobra para colocar a México en las fauces de Washington.
Tal vez a Trump no le importe el futuro de la democracia mexicana, tampoco que la elección de jueces, ministros y magistrados vaya a ser un fraude, pero lo que jamás admitirá es que la reforma judicial ponga en riesgo la seguridad jurídica de las inversiones norteamericanas.
A Trump tampoco le quita el sueño la desaparición de los órganos autónomos, que diputados y senadores morenistas actúen como descuartizadores de los controles constitucionales, pero de lo que sí está consciente es que en México se cocina una dictadura.
La presión contra el gobierno de la 4T irá escalando. Hoy Trump amenaza con imponer aranceles, mañana con imponer impuestos a las remesas, luego con declarar a los cárteles de la droga como “terroristas” y también –¿por qué no?– con colocar a México en la “lista negra” donde están Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La reciente sanción de Estados Unidos a 21 altos funcionarios del gobierno venezolano por cometer fraude y reprimir al electorado para imponer la reelección del dictador Nicolás Maduro es otro aviso para el obradorato.
Se le acabó la “luna de miel” a la 4T. Construyó una mayoría inconstitucional para aplastar los contrapesos, ahora le tocar pedir un trato equitativo y democrático a Estados Unidos cuando, arrogante y despóticamente, le ha cerrado las puertas a la oposición.