Alejandro Luna, artista escenográfico inspirado en la arquitectura

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan a Alejandro Luna a un año de su fallecimiento, arquitecto que contribuyó a la creación de más de 60 espacios teatrales y uno de los escenógrafos mexicanos más importantes del siglo XX y principios del XXI.

Su creatividad y saber lo llevaron a participar en más de 200 montajes, entre óperas, obras teatrales, puestas dancísticas, así como largometrajes. Fue miembro fundador y presidente de la Sociedad Autoral de Escenógrafos Mexicanos, docente de la Escuela de Arte Dramático del Inbal, del Centro Universitario de Teatro de la UNAM, así como miembro emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte y del Seminario de Cultura Mexicana.

Entre los reconocimientos obtuvo el Distinguished Artist Award, otorgado por la International Society for the Performing Arts en 2004 y el Honorable Scenographer por parte de la Organización Internacional de Escenógrafos, Técnicos y Arquitectos Teatrales (OISTAT) en 2007.

Entre los galardones nacionales, por la película Frida. Naturaleza viva, obtuvo un Ariel en 1985 y en 2001 le fue otorgado el Premio de Honor de la Asociación de Críticos y Cronistas de Teatro, así como el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Recibió el Premio Universidad Nacional en el campo de Creación Artística y Extensión de la Cultura en 2007 y en 2016 el Inbal le otorgó la Medalla Bellas Artes.

Fue “en el Palacio (de Bellas Artes) donde conocí los esplendores del ‘teatro tradicional’: el ilusionismo decimonónico, las maquinarias de Julio Verne, la escenografía bidimensional, la falsa perspectiva, la luz pintada…”, así recordó el reconocido arquitecto su primer encuentro con la escena, durante su discurso de entrada a la Academia de las Artes, el 27 de marzo de 2007.

En aquella ocasión, rememoró cómo, siendo aún estudiante de Arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tuvo una catastrófica incursión en la actuación. Sin embargo, destacó que su maestro, el también escenógrafo Antonio López Mancera, durante esa etapa decisiva, “nos invitaba a ver los montajes y ensayos de la Ópera de Bellas Artes”, tiempos, además, en los que “la escenografía era sinónimo de imitación, de mentira, de falsedad, de traición a los dogmas de la arquitectura moderna; usaban el término ‘escenográfico’ peyorativamente”.

Decidido a buscar un lugar dentro del teatro, Luna inició su trabajo a mediados del siglo pasado, el cual se distinguió por dar énfasis a los valores intrínsecos tanto de la arquitectura como de la escenografía, lo cual quedó explícito en la exposición de 2012 que el Museo Nacional de Arquitectura (Munarq) del Inbal, Alejandro Luna, cinco décadas de teatro, le dedicó para celebrar su trayectoria, en la que se mostró su participación en una treintena de puestas escénicas, no solo con fotografías, sino con diseños originales que dieron cuenta de su gran destreza para el dibujo.

Como creador incansable, en 2017 participó en la reposición de la obra El convivio del difunto, con la Compañía Nacional Teatro, escrita y dirigida por Martín Zapata, protagonizada por los actores Arturo Beristain, Mariana Giménez, Diana Fidelia, Gastón Melo, Juan Carlos Remolina y Astrid Romo. Para esta puesta, Luna trajo del tiempo los espacios de una casa de la década de los años setenta, en donde el protagonista, un marido muerto que se movía y hablaba como si estuviera vivo, puso en tensión las relaciones familiares desenvueltas en la historia.

Quizá la primera escena de aquella obra ¾en la cual un rayo de luz corta la profunda oscuridad del espacio escénico, que era el comedor setentero¾ desplegó ideas fundamentales que el arquitecto tuvo sobre la creación escenográfica, para quien “el espacio es la materia prima del arte escenográfico; la arquitectura organiza el espacio para la vida y la escenografía lo hace para la puesta en escena. Hablar de espacio es hablar de vacío, de ausencia y de representación; de la construcción mental que hacemos a partir de estímulos sensoriales, principalmente visuales y por esto íntimamente relacionados con la luz; lo que llamamos espacio es determinado por la percepción de sus límites”.

Para el maestro, quien también hizo diseño de iluminación, la luz era un elemento fundamental del arte escenográfico, el cual, además, concibió como incompleto, en movimiento, colectivo, dependiente de otras disciplinas artísticas y fugaz, pues su temporalidad está ligado al tiempo de la escena.

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