Las mujeres militares / En opinión de roberto Abe Camil

El azaroso siglo XXI mexicano ha impuesto un enorme reto a nuestras fuerzas armadas quienes han refrendado su compromiso como garantes de la paz interior y estabilidad de la nación, y que han derivado en cambios que ponen a soldados, marinos y aviadores a la altura de las circunstancias y tiempos actuales. Estas reformas no se veían prácticamente desde que el General Joaquín Amaro fue Secretario de Guerra y Marina durante la segunda década siglo pasado, y en el caso particular de la Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA) se han traducido en la implementación del Estado Mayor Conjunto de la SEDENA y de la Comandancia del Ejército Mexicano.

A la par de lo anterior, las fuerzas armadas han consolidado la equidad e igualdad de género en sus filas donde las mujeres tienen hoy las mismas oportunidades que sus compañeros varones, cumpliéndose así una asignatura no solo histórica, sino pendiente. La presencia de la mujer es constante y preponderante a lo largo de la rica historia militar mexicana, incluso parte desde la propia mitología precortesiana donde las mujeres muertas en parto compartían la misma gloria que los guerreros caídos en combate.

Durante la conquista de Anáhuac, se dio la participación decisiva de Doña Marina, la Malintzin, mano derecha y primera consejera de Cortés, de europeas como María de Estrada quien se distinguió combatiendo en las estribaciones del Popocatépetl y Tecuelhuetzin la brillante hija de Xicohtencatl el viejo y esposa de Pedro de Alvarado. En el bando mexica, las mujeres también se destacaron combatiendo al final hombro a hombro con los hombres en la cruenta batalla por Tenochtitlán.

Al estallar la guerra de Independencia, las mujeres brillaron entre los insurgentes y no solo las afamadas Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario sino mujeres del pueblo llano que acompañaron sus hombres al combate, muchas fueron ejecutadas por los realistas. Aquí surgen las denominadas “Barraganas” cuyo mote aludió a una antigua expresión peyorativa española hacia las concubinas y al apellido Barragán de algunas de ellas.

La crónica de estas antecesoras de las “Adelitas” refieren al menos a tres Barraganas: una con las huestes de Hidalgo, otra en Michoacán y la más famosa de ellas, Juana Barragán con las fuerzas del Generalísimo Morelos. Con Morelos también combatió María Manuela Medina, indígena de Taxco, que alcanzó el grado de Capitana mandando tropas, fue herida casi al final de la guerra, pudo ver a México independiente, pero murió de sus heridas en 1822 en Texcoco.

La independencia no trajo la paz, sino un siglo convulso de guerras civiles y extranjeras donde las mujeres formaron parte de las columnas de combatientes, siempre valientes, abnegadas y sin el justo reconocimiento. Sin embargo, el momento estelar de la mujer militar mexicana llegó con las “Adelitas” de la revolución, ahí de nuevo las mujeres se incorporaron a las tropas federales y de las distintas facciones revolucionarias.

De la noche a la mañana y muchas veces cargando un niño y un fusil al mismo tiempo, se convirtieron en cocineras, enfermeras, lavanderas, camilleras, mensajeras, amantes y reemplazo de los hombres caídos en las trincheras, siempre estuvieron en la primera fila de batalla, nunca exentas del riesgo de caer bajo fuego enemigo o como botín para el adversario.

La Secretaria de Guerra y Marina, así como después la de la Defensa Nacional llegaron a reconocer los servicios de incontables “capitanas” “coronelas” y muchas de estas Adelitas veteranas de la revolución. El sacrificio de esas valerosas Adelitas ha quedado justamente inmortalizado en la música, el cine, el arte y la literatura, no en vano una de las imágenes más icónicas de la revolución es la fotografía de Casasola que muestra a una joven Adelita asomándose desde el estribo de un tren. Recientemente la SEDENA ha tenido el tino de incorporar tropas femeninas caracterizadas como Adelitas en los contingentes históricos en los desfiles cívico-militares.

Amainados los vientos de guerra revolucionarios, llegó la profesionalización del Ejército, las desordenadas columnas de mujeres dejaron de seguir a las unidades militares y surgió el servicio de intendencia que suplió todo lo que antes durante el siglo XIX y la revolución hicieron Barraganas y Adelitas. Esta modernización en cambio permitió de manera paulatina la incorporación de mujeres al ejército, primero en los servicios, recientemente en las armas, hoy de manera plena vemos a mujeres del ejército no solo como oficinistas o enfermeras, sino como tropas y oficiales en todas las unidades de combate, también son apreciadas y valoradas en la educación e industria militar, como médicos, deportistas, y docentes. En la Fuerza Área Mexicana como técnicos y también como experimentados pilotos de helicópteros, aeronaves de carga y de combate, vuelan los F-5 y los T-6C Texans.

Actualmente sirven alrededor de 25,000 mujeres en el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos con cuatro mujeres Generales Brigadieres y una General de Brigada.
La Secretaria de Marina-Armada de México, no se ha quedado atrás, 16,000 mujeres aproximadamente sirven en sus filas y donde han alcanzado el grado de Contraalmirante.

Las mujeres navales se desempeñan en labores administrativas y de servicio, también en unidades de combate, de superficie y como pilotos navales. La Patrulla de Largo Alcance (POLA) Benito Juárez, es una fragata multipropósito única en América Latina, es la “joya de la corona” de la flota mexicana, el 15% de su tripulación es femenina. A su vez la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante y su Dirección de Puertos, que dependen de la Secretaria de Marina son encabezadas por mujeres con el rango de Capitán de Altura de la Marina Mercante. El Sistema Educativo Naval tampoco es la excepción, muchas mujeres se preparan ahí y también forman parte de la tripulación del Buque Escuela Cuauhtémoc.

La Guardia Nacional recientemente ha pasado a formar una de las ramas de nuestras fuerzas armadas, ahí encontramos a jóvenes mexicanas en las oficinas, en labores de proximidad social pero también en la tropa, unidades de reacción y como pilotos de los helicópteros “Black Hawk” de la dependencia.

Todo lo anterior no se debe tomar en consideración solo como una cuota de género o el elemental principio de equidad que los tiempos actuales imponen, sino como una firme manifestación del compromiso y amor por México que las mujeres han demostrado de manera incontable a lo largo de nuestra historia, a su enorme capacidad y resiliencia se debe añadir su rol de madres, hijas, esposas y compañeras, así como a la firme y obligada asignatura pendiente de extirpar de nuestra sociedad todo indicio de violencia hacia ellas, pues no solo son la mitad de México sino madres de la otra mitad.

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