Amenaza del obradorato a la libertad de expresión: Beatríz Pagés
Los comunistas dicen que sólo los perros agradecen. Eso explica en gran medida la columna –“Ni un ápice de autocrítica”– que publicó el vocero del obradorato Epigmenio Ibarra en contra del periodista Ciro Gómez Leyva.
Quienes dicen ser de izquierda y se sienten moralmente superiores consideran que la gratitud y la lealtad son debilidades de la derecha conservadora. Epigmenio llega a Radio Fórmula como si el dueño de la empresa fuera su jefe político, el de La Chingada. Insulta a reporteros, a reporteras –y especialmente a la audiencia–, con el despotismo, misoginia y crueldad de un capataz. ¡Vaya, vaya, y eso que es de izquierda!
El productor de telenovelas acusa a Ciro y a otros líderes de opinión de no ser autocríticos. De no aceptar que se equivocaron, que profetizaron durante seis años que México se hundiría con López Obrador y fallaron.
¿Fallaron? ¿No será más bien que ahora mandan a los propagandistas –desde La Chingada– a publicar artículos para ocultar las derrotas del régimen? ¿No será más bien que ahora van a utilizar a los aulladores del oficialismo para revivir al Mesías frente a una presidenta que no cuaja?
Extraño, por decir lo menos, el artículo de Epigmenio. Afirma que “Ciro Gómez Leyva se rehúsa a aceptar –desde ese escondite de la derecha en que se ha convertido Madrid– que Andrés Manuel López Obrador ha cumplido con la palabra empeñada de retirarse por completo…”.
No hay duda que la soberbia los ha llevado a creer que le pueden tomar el pelo a los mexicanos. Senadores, diputados de Morena y la misma presidenta que evoca al expresidente un día sí y otro también, dan muestras constantes –¡y ay de ellos si no!– de estar atados y más que atados al Maximato de López Obrador.
Desde el 1 de octubre –día en que rendió protesta– Claudia Sheinbaum se ha dedicado, sin quitar comas, ni puntos, a cumplir con la agenda que le impuso su antecesor, sin importar los costos que está pagando y seguirá pagando el país por reformas inconstitucionales destructivas que, a ella misma, la están llevando al fracaso.
En el artículo de marras hay mucho de nostalgia. Los ultras extrañan a López. Ven a la presidenta suavecita. La quieren más radical, más autoritaria, más arbitraria. Echan de menos los insultos desde la tribuna presidencial a la prensa. Por eso salen los jilgueros del obradorato a llenar el vacío.
Por cierto, son jilgueros de un populismo muy trasnochado. Muy desgastado. Muy predecible que cansa, aburre y provoca nauseas.
El artículo de Epigmenio Ibarra tiene un objetivo de fondo muy claro: es una llamado a la presidenta a que tome decisiones ante periodistas y medios críticos. Pone entre guiones el verdadero motivo principal de su texto –“el formidable aparato mediático nacido en el viejo régimen permanece intacto–“.
¿Qué trata de decir? ¿que los medios le estorban al régimen por ser los únicos espacios de libertad que sobreviven? ¿qué, así como el Poder Judicial fue sometido por la bota del gobierno ha llegado la hora intervenir, expropiar, desaparecer a los medios de comunicación privados?
Más que un artículo periodístico “Ni un ápice de autocrítica” es, sin duda, un ataque artero e ingrato contra un comunicador y una empresa mediática, pero es, sobre todo, una amenaza y un mal augurio para el futuro de la libertad de expresión en México.