En opinión de Roberto Abe Camil
Amigos de México
Hoy, es oportuno recordar a aquellos soldados españoles que siguiendo los dictados de su conciencia y obedeciendo a sus convicciones, se atrevieron ir un poco más allá y apostaron su talento y espada por la independencia y soberanía de México durante el siglo XIX, periodo convulso en ambas naciones.
Si bien es sabido, que no pocos criollos enrolaron las fuerzas insurgentes y el grueso de los oficiales del ejército virreinal que a la postre se convirtió en Trigarante, el lugar de honor de las espadas españolas al servicio de México se lo llevó Francisco Xavier Mina. El joven navarro destacó durante la Guerra de Independencia Española. Ahí se perfeccionó junto con su tío Francisco Espoz en la guerra de guerrillas, su “Corso Terrestre de Navarra” inflamó el patriotismo de muchos jóvenes que se unieron al combate contra los invasores franceses e hicieron popular el dicho “irse a Mina” para referirse a levantarse en armas. En 1810, Mina fue herido y hecho prisionero, trasladado al Castillo de Vincennes, no desaprovechó el tiempo y se aplicó a estudiar el arte de la guerra. Tras la primera caída de Napoleón en 1814, Mina fue liberado y se opuso al absolutismo de Fernando VII. En Londres, conoció a Fray Servando Teresa de Mier, quien lo animó a unirse a la lucha por la independencia de México. En 1817, desembarcó en Tamaulipas, llevó a cabo una breve pero intensa campaña en el centro de México y el Bajío, fue la acción militar insurgente más importante del periodo de la Resistencia. Fue apresado y fusilado en noviembre de ese mismo año. Mina sostuvo que no guerreaba contra España sino contra Fernando VII. Con justicia sus restos descansan en la columna de la independencia y Martin Luis Guzmán escribió la biografía de Mina que lleva el atinado subtitulo de “Héroe de España y México”
Al joven general le sucedió en 1821, Don Juan de O´Donojú también militar quien con título de Jefe Político Superior, fue el último virrey de la Nueva España. El sevillano al desembarcar en Veracruz, constató que la victoria Trigarante era un hecho irreversible, pactó entonces con Iturbide los Tratados de Córdoba que permitieron así la consumación de la independencia. Su postura valiente evitó un baño de sangre, O´Donojú murió pocas semanas después en la Ciudad de México.
Imposible no recordar al general Prim, uno de los militares y estadistas españoles más destacados del siglo XIX, quien se opuso a las ambiciones de Napoleón III y reconoció a Juárez. Su honrosa conducta le valió el apelativo de “Amigo de México” En esos lazos que han unidos a tantas familias mexicanas y españolas, el Conde de Reus estuvo casado con la veracruzana Francisca Agüero González.
Menos recordado, pero no menos heroico fue Nicolás Regules Cano, oriundo de Burgos, donde nació en 1826. Egresado de la histórica Escuela de Caballería de Segovia, llegó a México como capitán en 1846 y sirvió con distinción en el Ejército Liberal y Republicano. Sobresalió por su valor y virtudes militares en la Revolución de Ayutla, en la Guerra de Reforma donde alcanzó el grado de general de brigada, posteriormente en la guerra contra la intervención y el imperio. Al rendirse Puebla en 1863, fue de los pocos generales mexicanos que no cayó prisionero de los franceses, logrando escapar.
En 1865, las tropas de Regules atacaron en Tacámbaro, Michoacán, a los expedicionarios belgas al mando de Van der Smissen, a quien se atribuye haber sido amante de la emperatriz Carlota. Los belgas se atrincheraron en el convento franciscano y a sugerencia de su oficial de sanidad, tomaron rehenes a la esposa y a los tres hijos de Regules. Los defensores incluso usaron a los muchachos Regules como escudos humanos, pero ni aun así lograron contener a los mexicanos, Regules no solo obtuvo una vibrante victoria sino logró rescatar sin un rasguño a su familia. Al concluir la batalla, un oficial mexicano ejecutó al cobarde médico belga, pero Regules fiel a su condición de militar pundonoroso, respetó la vida de los vencidos. La victoria de Tacámbaro no solo dejó a la Legión Belga fuera de combate sino que le valió a Nicolás Regules la banda de general de división.
El gesto magnánimo de Regules al respetar la vida de sus prisioneros, propició otra acción igual, tal vez una de las más reconocidas de la guerra contra la intervención y el imperio, cuando poco después Vicente Riva Palacio canjeó a los prisioneros belgas en Acuitzio.
Regules, concurrió en 1867 al sitio de Querétaro, el momento estelar de la historia militar mexicana. Más adelante, defendió al gobierno de Lerdo de Tejada y pasó a retiro en 1882. Vivió felizmente en la Ciudad de México donde murió en 1895, sus restos descansan en el Panteón del Tepeyac.
México tiene una deuda de gratitud constante con los extranjeros que han peleado por nuestra independencia y soberanía, y entre los cuales no son excepción los valientes militares españoles que lucharon por nuestro país, tal como lo pidió Morelos: no enfrentados a España, pero sí libres de cualquier potencia extranjera.