Cine Mixteca, un medio para encontrar esperanza / en la opinión de Nohelí Morales
La Jornada Semana .- Con significativa frecuencia, la difusión de alguna de las artes en comunidades apartadas o en situaciones extremas sirve como catalizador de las tensiones, catarsis, estímulo o como profundo consuelo. El cine no es la excepción. ‘La Jornada Semanal’ charló con la promotora cultural Nohelí Morales quien, desde 2022, puso en marcha un proyecto que aproxima el cine a varios municipios de Oaxaca.
En el conocido filme Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, el personaje de Totó –un joven cinéfilo– emprende un viaje que lo aparta de su ciudad natal. En la despedida del muchacho, Alfredo –un anciano ciego que le enseñó todos los secretos acerca de proyectar películas en el único cine de su pueblo– le pide a Totó que no caiga preso de la nostalgia y se olvide de todos… ¡Que no vuelva nunca y cumpla sus sueños lejos del terruño! A contracorriente de lo que tal joya cinematográfica recomienda, Nohelí Morales sí retornó tras migrar a Ciudad de México y consigo llevó un obsequio, tan luminoso y ardiente como el fuego que Prometeo regaló a los hombres.
Un refugio
La madre de Nohelí Morales (Salina Cruz, 1993) fue empleada en la Biblioteca Municipal de Huajuapan de León. Allí, entre estantes y libros, la hija de dicha bibliotecaria construyó su mundo interno con lecturas e historias:
–Como muchas mujeres en México, mi madre fue madre soltera. A mí me dio a luz a sus diecinueve años. En Huajuapan de León los sueldos siempre fueron muy castigados, y uno de sus tantos trabajos fue en la biblioteca municipal. Nuestra casa estaba muy cerca de su empleo y, para cuidarme, ella me dejaba en la sala infantil: ahí empezó todo. Me gustaba mucho estar allí. Fui una niña que leía bastante. Recuerdo que esa biblioteca contaba con una sección para rentar películas en formato VHS, las cuales mirábamos en casa; pero al agotar el catálogo, rentábamos otras en un Videocentro. Dos veces al año y con mucha suerte, veíamos algún estreno en Oaxaca de Juárez.
–¿Qué papel desempeñó el cine para usted en la infancia?
–De repente, mi mamá sí me ponía películas muy fuertes. Me marcaron muchísimo Cinema Paradiso, Bailando en la oscuridad, El octavo día o La célula. Al verlas me sentí capaz de experimentar emociones muy profundas. No entendía por qué no podía parar de llorar con un filme como Bailando en la oscuridad o con algunas escenas de Cinema Paradiso. En las películas siempre encontré un refugio. No sé en qué momento ambas crecimos y nos distanciamos para hacer actividades por separado, aunque seguí mirando películas con amigos o con mi primo y mi tío. Ya en la adolescencia, mi abuelita entró a escena: ella iba a Ciudad de México y al volver me traía películas pirata.
Sanar una herida
“Con el paso de los años encontré más preguntas que respuestas. El gran pez, de Tim Burton, me hizo salir de Huajuapan y buscar otras oportunidades. Recuerdo frases como ‘los peces grandes no crecen en estanques pequeños o tú no eres muy grande para este pueblo, sino que el pueblo es muy chico para ti’. A partir de esa película salí para conocer otros mundos”, evoca Nohelí, y narra cómo en ella se gestó una desgarradura, una ruptura honda como un aullido rompiendo el silencio, la endeble calma:
–A mis dieciocho años me peleo, un poco, con Huajuapan de León, pues ocurrió el asesinato de mi primo. Él y yo queríamos vivir juntos en Ciudad de México. Cuando le quitan la vida, yo no contaba con un plan posterior al terminar la preparatoria. No podría estudiar en la universidad porque mi mamá no contaba con los recursos económicos suficientes y yo no sabía cómo era el mundo afuera de aquí. Siento que yo misma me expulsé de Huajuapan, pues estaba muy molesta con este lugar. Sin ningún proyecto, me fui a la capital del país. Llegué a la casa de mi tía abuela y trabajé en una empresa de eventos corporativos. Más tarde, a mis veinticuatro años, estudié una licenciatura híbrida en comunicación. En Ciudad de México viví durante nueve años y, en algún momento, comencé a consumir mucho cine mexicano independiente.
La gestora cultural hila, pacientemente, un bordado hecho de palabras y recuerdos. Hilvana así aquellos sucesos que orientaron sus pasos, otra vez, hacia Oaxaca:
–Durante la pandemia de Covid-19 regresé a Huajuapan y, al hallarme obligada a volver a Ciudad de México para atender algunos asuntos, me recuerdo llorando mucho. Al irme por vez primera lo hice estando muy enojada, como si Huajuapan fuera una persona y no quisiera verla nunca más; pero, al retornar, sentí que algo sanó: habían transcurrido muchos años desde la muerte de mi primo, no hubo pérdida de vidas en mi familia durante la pandemia y sentía mucha tranquilad en Oaxaca.
Otro público
–En ese armisticio entre usted y el municipio donde vivió su niñez, ¿en qué momento imaginó la creación de Cine Mixteca?
–Pienso mucho en una película que miré en la Cineteca Nacional antes de regresar a Oaxaca: Banda, de Carlos Armella, un documental que me gusta muchísimo. En un fragmento se aborda el dilema de la migración para perseguir tus sueños o quedarte en el lugar donde creciste durante la infancia. Eso resonaba en mi mente y sentí que debía llevar esa película a Oaxaca para que todos la vieran. A mi vuelta, tuve cercanía con el proyecto Verano Cine y miré las funciones que realizaban: entendí que no es necesaria una sala ni contar con sonido 5.1, sino que puedes proyectar películas en diversos espacios. Al volver a Huajuapan constaté que solamente seguía existiendo un solo cine: ¡no hay nada más!
Ahí me pregunté qué pasaría si llevara un par de películas, sin presupuesto y autogestivamente, pues apenas si contaba con recursos para imprimir y fotocopiar, hacer lonas y demás.
Así rememora la cinéfila oaxaqueña y resume la aún corta, pero vibrante existencia de su proyecto cultural:
–En 2022 hice la primera edición de Cine Mixteca con cinco funciones de películas mexicanas, entre ellas Banda. Asistieron más de doscientas personas. ¡Sí había público con el deseo de ver otro cine!
Acortar distancias
Aquella inicial aventura de Cine Mixteca solamente abarcó el territorio de Huajuapan. En tanto, para 2023 se llevó a cabo en ocho municipios de Oaxaca, ya con el apoyo del programa Fomento al Cine Mexicano. En octubre de 2024, la tercera edición de esta apuesta nuevamente aproximará diversos filmes a la población del sureste en México.
–¿Cómo reciben a Cine Mixteca las comunidades oaxaqueñas?
–Hay veces que nos cuesta mucho deshacernos de ciertos conceptos. Recuerdo una ocasión en que, al presentar películas, dije: “Veremos cinco cortometrajes.” Y alguien, en cierto momento, intervino: “No entiendo qué es un cortometraje.” Para mí era normal emplear esa palabra. Mi abuelita, quien ahora es cinéfila, también me señalaba que no sabía el significado de la palabra cortometraje. Ahora no quiero usar conceptos que hagan más grande la distancia entre el cine y la gente de Oaxaca. Aprendemos a hacer comunidad y no solamente a proyectar algo en una pantalla. Cuando presento una película, intento ser muy transparente porque deseo que todos entiendan lo que hacemos y por qué lo hacemos. El recibimiento mantiene una distancia: aún existe cierta idea de no atreverse a decir lo que se piensa sobre tal o cual película, pues podría ser incorrecto.
Como ejemplo de estas resistencias en algunos momentos manifestadas en las comunidades visitadas por Cine Mixteca, rememora:
–Alguna vez con la proyección de El prototipo, cine experimental de Bruno Varela, nos sucedió que hubo gente abandonando el evento. En 2023, esa película ganó el Puma de Plata en el Festival Internacional de Cine de la UNAM, y la llevé a Cine Mixteca, pero algunas personas se fueron y eso lo respeto. Me gustó mucho la discusión tras la proyección: dije que, para mí, ese filme era como un masaje a mi cerebro por la combinación de sonidos e imágenes, pero a alguien más podría parecerle muy caótico y sentirse sobrepasado por lo exhibido en la pantalla… Y por eso tiene el derecho de irse. Esas conversaciones no siempre suceden porque la comunidad sigue viéndote como una extraña que, una vez al año debido a nuestras limitadas posibilidades económicas, llega al lugar. También sabemos de casos en donde personas viajan de una comunidad a otra para ver las películas de Cine Mixteca. Eso es mucho más valioso de lo que pudieran decirme con palabras.
Acompañamiento
Nohelí reflexiona sobre la importancia de este tipo de dispositivos comunitarios y culturales en municipios de su natal Oaxaca. Mirando al ayer, menciona qué huellas hubiese dejado un proyecto como Cine Mixteca en la infancia de alguien como ella:
–Hubiera sido valioso sentir el cine como algo muy cercano. Pudo ser muy útil para contar nuestras propias historias, pues existió un tiempo en el cual necesitábamos traducciones sobre aquello que se decía acerca de nosotros. Actualmente podemos narrar nuestras historias, las cuales son valiosas.
–Usted ha mencionado que experimentó, en su momento, un enojo intenso hacia Huajuapan de León. Paradójicamente, al retornar, dicho lugar recibió un obsequió de su parte: la primera edición de Cine Mixteca. ¿Cómo se transita del enojo hacia el mágico regalo del cine?
–Es mi reconciliación. Los problemas dentro y fuera de la región continuarán existiendo. Ante eso, entiendo que debemos ocupar los espacios para encontrar un poco de cobijo y acompañamiento, y creo que podemos hacerlo a través del cine. Seguiré enfrentando momentos de dolor o coraje, pero ya no me siento sola y estoy segura de que sabré transitarlos de la mejor manera. Busco ese acompañamiento en el hecho de compartir, y creo que el cine puede ser un medio para encontrar esperanza.
–¿Qué siente cuando las luces se apagan y el público se ha ido?
–Nunca dejaré de estresarme por tener miedo de que la gente no llegue. Es un descanso cuando la función acaba. A veces, puedes observar la percepción de la gente al mirar la película y es como volver a ver el filme, pero a través de sus gestos. Eso es fenomenal. Al final sientes un descanso muy bonito por haber realizado algo que te nace desde el corazón.