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 Crisis constitucional, ¿a quién le conviene?: Beatríz Pagés  

El presidente de la Mesa Directiva del Senado Gerardo Fernández Noroña anunció el inicio de un diálogo con la ministra presidenta de la Corte Norma Piña. La imagen, uno frente al otro, dándose la mano, sorprendió y causó extrañeza.

La misma presidenta, Claudia Sheinbaum, declaró un día después no tener conocimiento ni información de ese encuentro. “Me enteré por los medios”, dijo.

Esa “tendida de mano” se dio en medio de una crisis constitucional provocada por importantes figuras del régimen morenista. Por el mismo Fernández Noroña que habló de un “choque de carros” inevitable entre los dos poderes. 

Por Ricardo Monreal, que calificó de “barbaridad jurídica” la decisión de ocho ministros de analizar si la Corte tiene facultades para revisar la constitucionalidad de la reforma judicial, por la ministra Lenia Batres que acusó a sus colegas de dar un golpe de Estado y ahora también por la mayoría de los integrantes del Consejo de la Judicatura que decidieron ignorar los amparos.

Los mismos que juraron proteger y hacer valer la Constitución se han convertido en traidores y dinamiteros de la legalidad.

Ver juntos a Noroña y a Piña habla de un país que muchos quisiéramos, pero que no existe. La imagen despierta sentimiento encontrados: esperanza e incredulidad. Morena se ha encargado de renunciar y de expulsar a la política, de sustituirla por actos autoritarios, cancelar espacios para el diálogo, el acuerdo y la conciliación.

La forma como se aprobó la reforma al Poder Judicial es la muestra más viva del uso de la mayoría para imponer a toda costa una iniciativa inconstitucional que atenta contra los fundamentos de la democracia y la división de poderes.

Insistir en que los casi 36 millones de electores que votaron por el partido oficial también lo hicieron por demoler la autonomía e independencia de la Corte, por convertirla en una oficina más del gobierno es una mentira y es acusar a los mexicanos, a ellos sí, de golpistas.

¿Hasta dónde puede llegar el “diálogo” entre Noroña y Piña si ya se advirtió que Morena no cederá un milímetro en la elección de jueces, ministros y magistrados?

¿Hasta dónde puede llegar cuando el régimen hace todos los días lo necesario no solo para romper puentes sino para ignorar suspensiones, amparos, para atizar una guerra suicida entre el Poder Ejecutivo y Legislativo contra el Judicial y acelerar, así, una crisis constitucional?

Todo indica que hay la intención premeditada de que se rompa. Forzar las condiciones para redactar y aprobar –fuera de la ley– una Constitución que ya no estorbe a los intereses autocráticos de Morena.

¿Noroña está siendo honesto al decir “es un honor para el Senado la presencia de Norma Piña” o sólo está montando una tramposa puesta en escena para decir: intentamos dialogar, pero los arbitrarios, facciosos y autoritarios son ellos?

Nadie gana en una crisis constitucional o en una guerra entre poderes. Quitan legitimidad política al gobierno y colocan a las naciones al filo de una guerra civil.

La democracia cruje cuando se escucha a la presidenta decir que ella no se reunirá con los ministros de la Corte. Una demócrata hace exactamente lo contrario. Provoca y alimenta un diálogo entre poderes para beneficio de la reconciliación del país.

Los errores garrafales cometidos en la reforma judicial y que tendrán que ser corregidos mediante una reforma a la reforma abre la puerta para que gobierno, Congreso y Poder Judicial construyan acuerdos.

Esa imagen sí la quiere y la necesita México. ¿Quién se atreverá a desobedecer al hombre de la Chingada?  ¿O acaso se prefiere profundizar una crisis constitucional sin importar lo que cueste?

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