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   En opinión de Jenhiffer Taylor  
 De criticadas a imitadas: el fenómeno de las mañaneras y por qué no a todos les funcionan  

Deus ex machina

Jueces y magistrados que integran Artículo 41 anunciaron que realizarán sus propias «mañaneras», es decir, conferencias matutinas de lunes a viernes. Esto con el fin de “contrarrestar las declaraciones de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en relación con la reforma judicial”.

Pero… al decir “mañanera” o “conferencias matutinas”, ¿quién viene a la mente? La mayoría de las personas ya asocia estas palabras con el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Cabe recordar que las «mañaneras» surgieron en el año 2000, cuando AMLO era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, en ese entonces Distrito Federal.

Se trata de un modelo de comunicación política con diversas finalidades, entre ellas, ser un canal directo entre el gobierno y la ciudadanía, evitando así el “puente” que representaban los medios y permitiendo que el discurso llegara de forma íntegra.

De esta manera, AMLO aprovechaba una coyuntura de percepción que contrastaba con la de gobiernos anteriores, los cuales se sentían más cercanos a los medios que a la gente.

En gobiernos previos —si nos centramos en los sexenios presidenciales, por ejemplo—, probablemente ni siquiera se consideraba “necesario” salir de un modelo comunicacional vertical e institucional. Esto se debía a la existencia de un partido hegemónico, donde la competencia política era prácticamente inexistente.

Como planteaba Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”; la forma de comunicar condiciona cómo se recibe y percibe la información. Aquí comienza a surgir la diferencia entre solo informar y conectar.

La segunda finalidad de las mañaneras estaba relacionada con el posicionamiento, o lo que muchos llaman coloquialmente “sentar agenda”, así como eludir y contrarrestar a los grupos de presión.

Los medios de comunicación comenzaron a retomar la información que se brindaba en estas conferencias matutinas; al no querer quedar “fuera de la cobertura”, la mayoría se vio impulsada a publicar al respecto. En el caso de la oposición, quedó relegada en muchas situaciones al papel de simplemente responder a los temas que se posicionaban en las «mañaneras».

Este modelo de comunicación, como hemos mencionado, tiene beneficios, pero también implica grandes riesgos para la persona que se pone frente al micrófono y las cámaras. Estos “peligros” a veces pueden quedar de lado al deslumbrarse con las ventajas, sobre todo al ver todo lo positivo que le trajo a López Obrador.

Así surgieron “copias” de este modelo, incluso entre quienes lo criticaban y en algún momento buscaron que desapareciera, como fue el caso de Xóchitl Gálvez.

En 2024, durante las elecciones presidenciales, la oposición y el equipo de la representante de la coalición Fuerza y Corazón por México —conformada por el PRI, PAN y PRD— tomaron la aventurada decisión de realizar sus propias “mañaneras” para la candidata Xóchitl Gálvez.

¿Qué pasó? Estas conferencias fueron consideradas por muchos como un “fracaso”, y podemos identificar varias causas que se relacionan para explicar el resultado.

Gálvez nunca pudo explicar de forma efectiva su gobierno de coalición, considerando que también era abanderada del PRI y el PRD, no solo del PAN. Esto generaba un peso discursivo que no le permitía conectar de manera adecuada.

Además, su proyecto político y de nación no era claro ni tenía un factor de diferenciación visible. Entonces, ¿cómo iban a tener estos elementos sus “mañaneras” si carecía los mismos desde la construcción de su imagen como candidata presidencial?  Esto sin mencionar que el formato ya estaba asociado con AMLO, lo que lo hacía más cercano a un sello de Morena y, por consecuencia, a Claudia Sheinbaum.

Finalmente, la excandidata no era conocida por su habilidad para improvisar ni expresar sus ideas de forma clara, por lo que colocarla en este tipo de modelo de comunicación la acercaba más a los riesgos que a los beneficios. 

En varias conferencias, dependió de textos escritos para comunicar sus ideas, lo que chocaba con la percepción pública de las mañaneras como un espacio de interacción directa.

En temas de imagen pública, leer discursos de forma constante genera la percepción de que el mensaje no es auténtico y que se necesita apoyo escrito porque no proviene de ideas y/o sentimientos propios (aunque no siempre sea el caso).

Como señala el experto en comunicación Mario Riorda, “la comunicación política no solo busca informar; también debe emocionar y conectar”. Cuando el emisor no logra esto, pierde eficacia en su discurso y con ello su capacidad de influir.

Por lo tanto, aunque las “mañaneras” puedan parecer un formato sencillo, requieren tener en consideración las habilidades de la persona al frente, así como de tener una imagen pública estructurada para ser efectiva. Si estas condiciones no se cumplen, es mejor plantear otras rutas de comunicación.

Ahora estamos próximos a presenciar las “mañaneras” de jueces y magistrados. Deberán plantearlas de forma asertiva para lograr su cometido, pues… Si eligieron el formato equivocado y quienes se expongan al frente no consideran los elementos de este modelo, podríamos presenciar un nuevo fracaso dentro de este formato. 

Jenhiffer Taylor
Lic. Comunicación Política
jenh.taylor14@gmail.com
taylor@politicas.unam.mx

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