En opinión de Jesús Michel Narváez
Diálogo selectivo…
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Pisar sobre las huellas del antecesor, es decir, colocar los pies en las marcas dejadas, nunca ha sido una buena forma de llegar al final. Menos si se trata de políticas de gobierno que, parece no entenderse, tienen que aplicarse a todos los gobernados no solamente los que votaron por quien tiene el poder sexenal.
A cuento, porque la presidenta mexicana ya pintó su raya y de un lado, el pavimentado cual autopista de Francia -allá son excelentes y sin baches ni deslaves-, viaja y en el recorrido invita solamente a personajes fifís… en el otro carril, el que sería federal y no concesionado, estarán las oposiciones y el camino solo tiene una meta: la Secretaría de Gobernación.
La presidenta sostiene que el diálogo será con el pueblo. ¿Cuál, el bueno o el malo?
Es una forma de dividir, de nueva cuenta, a la población. Es difícil entablar el diálogo con el pueblo si éste es considerado únicamente el que voto por el color guinda.
A sus reuniones, sus apariciones públicas, están invitados los morenistas, los petistas y los tucanes. Los de las oposiciones tiene que ir a Gobernación.
Entonces no se gobierna para todos. Solo los que tuvieron la “visión” y seleccionaron el cuadro guinda, el verde o el rojo con amarillo. El tricolor, el azul, el amarillo con negro y el naranja, no merecieron ser tomados en cuenta de manera numerosa y ello le dio todo el poder al poder de los poderes.
¿Dónde, cuándo y con cuánta gente será el diálogo con el pueblo?
Porque detener la marcha la marcha de la caravana cuando asiste a cualquier evento en la Ciudad o en los estados o municipios, recibir las peticiones de los habitantes en folders o sobres amarillos -tamaño carta, no sea mal pensado- no es dialogar.
Es, como hacía el antecesor, dar atole con el dedo.
Se diría que 15 días son pocos, tiempo breve, para conocer a la persona. Bueno, esas 360 horas que representan las dos semanas desde que tomó posesión se deben sumar a los miles que ocupó para ganar la encuesta que la convirtió en precandidata, en la precampaña y en la campaña. Suficientes, de sobra, para saber cómo piensa, cómo actúa, cómo mira, cómo habla.
Si algo no le gusta, la mirada dispara obuses; si, por el contrario, le agrada, es risueña. Y si es ni fu ni fa, no se da por enterada.
El tono de la voz cuenta mucho. Todavía y mire que ha pasado tiempo, carece de la entonación que corresponde a cada evento. Disfruta las multitudes, los aplausos, las ovaciones, las exclamaciones.
Y por supuesto, que los generales, los almirantes, los oficiales de todas las armas, se “cuadren”, porque para eso es la “comandanta” suprema
Lo cierto es que no es lo mismo que lo mesmo. Es decir, candidata que presidenta.
A los inteligentes, el poder los obliga a actuar con prudencia, efectividad, respeto y llevar a sus países por el sendero correcto.
A los que tiene el IQ pro debajo de los 110, los obnubila y marea; consideran que su verdad es única y que nadie derecho a dudar de ella. Es obligatorio para los lacayos aprender de memoria los gestos, el movimiento de las manos, la mirada para entender lo que se quiere en ese momento y en el mañana.
Hacer del diálogo una selección para llevarlo a cabo, no es una buena decisión.
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