En opinión de Ricardo del Muro
Divide opiniones en Chiapas la prohibición de peleas de gallos y carreras de caballos
Ricardo Del Muro / Austral
El gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar oficializó la prohibición de peleas de gallos y las carreras de caballos en la entidad, pues considera que estos eventos “han terminado en conflictos” y la medida se justifica como parte de su compromiso para mejorar las condiciones de seguridad y orden público en el estado.
“No tomo decisiones basadas en mi popularidad, tomo decisiones basadas en la seguridad”, señaló el gobernador Ramírez en sus redes sociales, al anunciar esta medida que ha generado opiniones divididas entre la población chiapaneca e incluso algunos galleros convocaron a una “marcha por nuestras tradiciones” que se realizará este jueves 16 de enero en Tuxtla Gutiérrez.
Sin embargo, todas las presidentas y todos presidentes municipales se han apresurado a expresar su total y convencido apoyo a la prohibición, a pesar de que muchos de ellas y ellos no sólo son aficionados a las peleas de gallos y las carreras de caballos, sino que además de que gustan presumir que son propietarios de caballos pura sangre.
En Chiapas, una entidad donde predominan las actividades agropecuarias, muchos ganaderos o granjeros adinerados sueñan y tienen como principal objetivo en su vida el convertirse en presidentes municipales y los alcaldes, a su vez, desean ser reconocidos como rancheros ricos. Allí está el caso paradigmático del alcalde de Comitán, Mario Antonio Guillén Domínguez, mejor conocido como el señor Fox que hace un año, durante la Fiesta Grande de Enero en Chiapa de Corzo, se presentó disfrazado de “El Zorro” montando un caballo de raza valuado en un millón de pesos.
El gobernador Ramírez ha reiterado: “Mi objetivo es que, en seis meses, podamos decir que Chiapas alcanzó la paz, y para lograr esto, es fundamental que no desperdiciemos el tiempo en banalidades y, en su lugar, nos enfoquemos en programas de prevención y en trabajar en coordinación para blindar nuestras comunidades”.
La controvertida prohibición de las peleas de gallos y carreras de caballos de hecho significa aplicar la Ley de Protección para la Fauna en el Estado de Chiapas, promulgada por el Congreso estatal el 5 de julio de 1995, que considera que “son objeto de tutela y protección de esta ley, los animales domésticos que posea cualquier persona, así como las especies silvestres mantenidas en cautiverio” (artículo 6) y “prohíbe azuzar animales o provocar que se acometan entre ellos, o hacer peleas así provocadas en un espectáculo público o privado. Las corridas de toros, las charrerías y las peleas de gallos, habrán de sujetarse a los reglamentos y disposiciones aplicables” (artículo 13).
Una de las reformas de esta ley en mayo de 2014, en su artículo 10, prohibió “el establecimiento y operación de circos fijos o itinerantes que, como espectáculo público, utilicen animales”.
Las peleas de gallos y las carreras de caballos se han realizado desde hace muchos años en las fiestas y celebraciones de muchos pueblos de Chiapas. Antes de la ley de 1995 eran reguladas por la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Gobierno estatal, además de que se pagaban impuestos a los municipios que expedían los permisos no sólo para el espectáculo sino principalmente para la venta de alcohol y cerveza.
Los defensores de estos espectáculos afirman que se trata de una “tradición cultural” y no mienten ni exageran; la historia de las peleas de gallos, las carreras de caballos, las corridas de toros y la charrería se remonta a la época colonial. La tradición cuenta que el origen de las carreras de caballos en México inició en el momento en que Hernán Cortés desembarcó en Veracruz; de acuerdo con el historiador William Beezley, cuando llegaron los mensajeros de Moctezuma, Cortés para impresionarlos ordenó a varios de sus jinetes que corrieran en parejas a lo largo de la playa.
Aunque no hay registros que señalen la fecha exacta de la introducción del gallo de pelea a México, éste espectáculo al igual de las corridas de toros también llegaron con los españoles. Ambos espectáculos bárbaros y sangrientos, es cierto, pero no hay que olvidar que los aztecas y mayas antes de la conquista practicaban los sacrificios humanos.
El primer registro de una corrida de toros data del 24 de junio de 1526. De acuerdo con el historiador José Francisco Coello Ugalde, fue una reverencia para Hernán Cortés, pues estos eventos eran festividades para venerar a los santos y fue el día de San Hipólito cuando el ejército de Cortés conquistó Tenochtitlan. Y para celebrar el nombramiento de Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, se celebró otra corrida en 1535.
Y por lo que se refiere a las peleas de gallos, en 1794 se construyó la plaza de gallos de San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan y cuatro años despuésm en 1798 se construyó el palenque de la calle de Moras en el centro de la Ciudad de México. Don José de Iturrigaray llegó como virrey de la Nueva España en 1803 y se sabe que era un entusiasta gallero y asiduo asistente al palenque de San Agustín de las Cuevas.
La celebración de la Feria de San Marcos, famosa por sus corridas de toros, carreras de caballos y peleas de gallos, se remontan a 1828. Y el primer hipódromo de la Ciudad de México, conocido como Hipodromo de Peralvillo, inició sus operaciones el 23 de abril de 1882.
En fin, por lo que toca a la tradición no hay mucho que discutir y aunque es más complicado el debate en torno a la defensa de los animales, éste ha estado en el centro de la discusión sobre la importancia que tiene la Plaza de Toros México para la capital del país.
Lo que ha ocurrido con las peleas de gallos, igual que con las carreras de caballos, a semejanza de otras actividades, como la política, es que también han sido infiltradas y contaminadas por el crimen organizado. Mafiosos célebres de otra época como Al Capone o Meyer Lansky eran aficionados a las apuestas y fueron acusados en Estados Unidos de amañar carreras y de lavar su dinero comprando hipódromos y caballos.
Por eso, los expertos no se sorprendieron de que en 2013 el FBI aseguró un rancho en Oklahoma en donde hallaron 455 caballos de carrera, mismos que eran propiedad de una de las organizaciones más violentas en la historia delictiva de México: Los Zetas. RDM