En opinión de Carlos Ferreyra
El burro y la noria
De memoria
Carlos Ferreyra
No se me ocurre una imagen más adecuada para describir la realidad de quien, como es mi caso, sufre progresivamente de sordera y de ceguera.
Es como el burro que da vuelta a la noria y lo único que conoce es el camino que él va marcando en cada vuelta. Nunca podrá ver el fondo del pozo.
Conforme avanzan las taras físicas mencionadas el pensamiento se va volviendo más estrecho, las fronteras de la imaginación son cada vez más reducidas y solo queda repetir, una y mil veces los recuerdos que al principio fueron gratos y ahora se hacen dolorosos por inalcanzables.
Debo manifestar mi certeza de que las heridas sanan con el tiempo cuando son físicas, pero se amplían, ahondan y sangran más cuando alcanzan el alma y lesionan nuestros sentimientos.
Hace poco más de un año Male, mi Malenita, se me adelantó en el camino fina al que me hubiese gustado acompañarla, pero la naturaleza es cruel y a veces no queda sino preguntarse qué hice mal o a quien dañe para haberme castigado en tal forma.
Toda mi vida fui muy sano y supongo que moriré en tal tesitura repleto de salud y con excesivos años encima.
No le recomiendo a nadie que llegue a viejo porque conforme avanza el tiempo empieza uno a notar y a extrañar a quienes ya no podrá ver jamás. La ausencia de Male, mi Malenita, me ha creado una sensación de orfandad y de abandono, a pesar de tener a mi alrededor mis vástagos y mis nietos que me atienden y se preocupan.
Pero ellos, tal como los amigos, tienen sus propias actividades, sus quehaceres y sus intereses, no se les puede pedir que se dediquen a atender a un hombre cuyas limitaciones físicas incluyen una cierta incapacidad para movilizarse.
Mi burro cerebral me hace imaginar historias, cuentos y relatos que quizá nunca pasaron y por eso procuro no contarlos.
De la vida personal del burro y la noria ha sido fructífera, muy variada enriquecida por experiencias que van desde el riesgo vital, guerrilla, guerra, golpes de estado, contrabandistas y hasta policías criminales.
Creo que hay muchos cuentos por relatar, sin embargo, vuelvo a repetir los recuerdos que antes fueron gratos, hoy pesan como una lápida en el ánimo de este burro y su noria.
No soy filósofo, tampoco literato, pero me gusta recordar episodios de mi existencia o de la vida de personajes cercanos a mí que me dejaron alguna enseñanza, alguna experiencia y la desesperante incapacidad para sentarse a la mesa de un café a intercambiar impresiones con los amigos.
Por la sordera y la ceguera ya no sé en qué mundo vivo y lo poco que he podido apreciar en las redes sociales es un mundo de violencia, de crueldad donde observamos a dos niños de kinder golpearse con saña inaudita, caer uno al suelo y correr el resto de los infantes a patear el cuerpo en el suelo y todos, increíble, con su celular captando la crueldad de la escena.
Un cuerpo en el suelo, con un hacha le cortan el cuello, se escuchan risas apagadas y proponen un juego de fútbol con la cabeza como balón. Finalmente se sabe que el muerto tenía tres días de haber sido nombrado jefe de policía en Chilpancingo y que su cabeza fue depositada en el cofre de su propio automóvil mientras los criminales asesinaban además al secretario de seguridad ciudadana.
Un enorme camión con doble eje atrás, parado hay un cuerpo entre el eje delantero y los dos traseros. El chofer saliendo de la cabina, observa el cuerpo, mueve la cabeza, vuelve a su puesto y echa a andar el vehículo cuyas ruedas pasan y dan la impresión de hacer explotar el cuerpo yaciente.
Las golpizas se suceden entre mujeres, entre adultos, en la calle, en restaurantes y en todo lugar. Mientras los contendientes se medio matan la gente corre, saca su celular y busca el mejor ángulo para captar los golpes.
Hay muchas escenas, abundan y parecen motivaciones para que la gente utilice la violencia y jamás los razonamientos. Sin duda vivimos en una sociedad deshumanizada, bestial y de sentimientos salvajes.
El ejemplo de los niños de kinder golpeándose y luego pateando al caído no es sino la premonición de un futuro, esos niños tendrán instintos animales serán crueles hasta el final de su existencia.
Esa es la lamentable imagen del burro y la noria.