En Opinión de Mouris Salloum George
El nuevo poder, es feminista

  • Después de 200 años, llega la primera mujer a la silla presidencial en México
  • Las reglas y ópticas para jugar en la política han cambiado, la paridad de género, en breve será ley.
  • No más injusticia contra las mujeres, sus ancestrales luchas, no fueron en vano
  • Las políticas sociales reivindicarán a las mujeres del hogar, a las indígenas, campesinas, jornales y trabajadoras de la maquila, para empezar

Los cambios históricos sociales en México, registran virajes milimétricos en el ejercicio del poder, caracterizados y protagonizados por grandes líderes, hombres caudillos omnipresentes guiadores de masas perfilando el futuro de la nación, por la Independencia, la Reforma y la Revolución, al menos así lo registra el discurso ancestral y oficial, relegando a un segundo plano, con excepciones, a las mujeres.

Esa regla llegó a su fin. La principal lección de las recientes elecciones es el cambio de paradigma en el ejercicio público del poder, al llegar una mujer a la silla presidencial después de 200 años, como la misma doctora Claudia Sheinbaum, hoy Presidenta Electa, afirmó en su discurso en un encuentro con mujeres, el pasado 26 de junio.

En México, según el reporte más reciente de la oficina de Asuntos Económicos de la Organización de las Naciones Unidas, las mujeres representan un mayor porcentaje por más de dos millones de habitantes aproximadamente, 69 millones en comparación a los 67 millones de hombres. La cifra no parece ser un dato excepcional, pero sí, la forma en que un amplio sector, incluidos los hombres, tomaron una decisión que marcará la nueva ruta en el ejercicio del poder de la nación.

“Primero las mujeres, las mujeres indígenas y las pobres”, con esta frase, la presidenta electa manda un mensaje a toda la nación y a las mujeres en el mundo. “Si llega una, llegamos todas, por la memoria de nuestras ancestras, abuelas, madres, nietas. Por las mujeres que dieron la vida en batallas históricas, en los movimientos sociales, populares, estudiantiles. Por la luchas en el campo, en las maquiladoras. Por las trabajadoras y madres en el hogar. Y por aquellas mujeres que guardaron silencio, durante muchos años de opresión en sus hogares, por su liberación”.

Palabras cinceladas al fragor de un nuevo cambio de paradigma, de una nueva ruta en el timón de un México que se aventura en la edificación de una nación en espera de otra esperanza, de un segundo piso o no, que macará el nuevo rumbo.

“Con Claudia llegamos todas”, rezaba la leyenda en la cornisa del escenario del patio central del Claustro de Sorjuana, donde se dieron cita cientos de mujeres de colectivos, de madres buscadoras, de jóvenes en libertad, de jornaleras, académicas, trabajadoras, amas de casa, dirigentes sociales y candidatas recientes electas a cargos populares. Todas, arropadas bajo el medallón de la ínclita musa de Papantla. Unidas en una sola voz, en canto de unidad y solidaridad, un ramillete que ilustraba el sentir y alegría de que una mujer sea a partir de ahora la Presidenta de México.

A la vieja usanza en la transmisión del poder, Claudia Sheinbaum, recibió de manos de una líder indígena, en esa ceremonia, el bastón de mando, que ahora será femenino. Ese rito ancestral, que sí llegó a realizarse en el México prehispánico principalmente, retomó hoy su lugar y llegó para quedarse como símbolo de los nuevos tiempos.

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