Kundera en La ignorancia es primitiva: hacia el origen. Volver la vista atrás es dolorosa
Milan Kundera
Por: Juan José González Mejía
Milan Kundera (1929- 2023), autor de “La broma”/ 1967, “La insoportable levedad del ser”/ 1984, “La inmortalidad”/ 1990 y La ignorancia/ Tusquets-2000, fue un autor imprescindible para entender el devenir de la Europa contemporánea.
Su penúltima novela, La ignorancia, es un memorándum literario ético y moral de un intelectual que asumió su rol de escritor como el del relator artístico de la época que le tocó vivir.
El exilio es una especie de muerte decretada, es lo planteado por Kundera en su novela “La ignorancia” a través de Irena y Josef, dos checos obligados a salir del país comunista que los vio nacer, después de veinte años y ante los cambios políticos sufridos por la República Checa tras la caída del Muro de Berlín, deciden volver a su terruño por un tiempo. Radicada y casada en Francia, Irena intenta capturar los ambientes de su juventud en su natal Praga. Asimismo, intenta un acercamiento filial efectivo con su distante y fría madre, la cual se quedó en Praga a vivir. Josef, médico exitoso en Dinamarca, vuelve para encontrarse con su familia, un hermano y la esposa de éste, antiguos militantes comunistas que aún mantienen cierto resentimiento con Josef por su partida hacia el exterior. La ideología, decía el hermano de Josef, no debería dejarse nunca.
Tanto Irena como Josef vuelven a un país donde todo ha cambiado. Ya no existe la intromisión del estado ni los grandes carteles de propaganda pro-soviética. Ambos advertirán que el exilio es otro mundo, un aleph desde donde se ve más que el mundo la conciencia del mundo. Sucede que Irena y Josef se encuentran en un restaurante y no alcanzan a reconocer en ellos a los jóvenes que en el pasado tuvieron algún contacto. Ahora, adultos y casi extranjeros en su propio suelo, Irena y Josef viven unos días de romance intenso, como queriendo encontrar en el erotismo, mas no en el amor, el refugio, la salida para el vacío existencial que los punza desde su llegada a Praga. Pero los dos ya no son libres, sus compromisos afectivos en Francia y en Dinamarca les impide seguir adelante la relación. De común acuerdo terminan su aventura y regresan a sus países adoptivos. Milan Kundera pareciera realizar con “La ignorancia” un ajuste de cuentas individual con su salida del país natal. Originalmente escritor en idioma checo, sus últimas obras Kundera las ha escrito en francés. En toda historia de amor hay ausencias y encuentros, regresos y extravíos –el Hijo Pródigo y Ulises-. Milan Kundera propone en “La ignorancia”, al igual que Emir Kusturica en su filme maestro “Underground”, la ruptura como mecanismo de encuentros. Volver a los orígenes no es ya alimento sino exceso de realidad para Irena y Josef. Después de veinte años, contradiciendo la letra del famoso tango, veinte años es todo. Europa cambió, “la plaza y la cama”, diría Octavio Paz en “La llama doble”, tienen otro significado, interior. La ideología es amorfa, global, sólo el amor puede darle un rostro. Si nos apegamos a Parménides en que “la levedad es positiva, el peso es negativo”, “La ignorancia” es una novela negativa en el sentido de lo que pesa: la ausencia, la nostalgia, la añoranza… la ignorancia. Kundera hace una disección lingüística interesante de la palabra ignorancia: «En griego, “regreso” se dice ‘nostos’. ‘Algos’ significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. En español “añoranza” proviene del verbo “añorar”, que proviene a su vez del catalán ‘enyorar’, derivado del verbo latino ‘ignorare’ (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia.”
La mirada de Kundera en La ignorancia es primitiva: hacia el origen. Volver la vista atrás es dolorosa, nostálgica, pero que deja en claro una cosa: Si apartarse significa morir en algo, queda, al menos la resurrección, es decir, el regreso…
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