En opinión de Gregorio Ortega Molina
La Costumbre del Poder: El adeudo dejado por el humanismo moral mexicano
*“Amor a la verdad es una expresión impropia. La verdad no es un objeto de amor. No es un objeto. Lo que se ama es algo que existe, que es pensado y que por ello puede ser ocasión de verdad o de error. Una verdad es siempre la verdad de algo. La verdad es el esplendor de la realidad”. ¿Brilla con fulgor la realidad heredada por la 4T que tenemos enfrente? ¿Podemos amar lo que México recibe como legado después de seis años? El amor a su verdad es inexistente
* “Qué pasaría si un presidente de la República, dictador y tirano, tiene a su disposición todo un Congreso mayoritariamente, pudiera hacer lo que quisiera, pudiera cambiar todo lo que quiera cambiar, y a esta situación les respondemos que no hay acción en contra de ello. Esto sí me alarma, porque no puedo decirle a una sociedad experta o inexperta, que se puede hacer lo que se quiera dentro de una reforma constitucional y que esto no puede tocarse”
*Acudió a la colonia Alejo Peralta del puerto, limpia, los “damnificados” pulcros la rodean porque así ella da la imagen de estar con el México bueno y sabio, de acudir primero en ayuda de los pobres, aunque todo se vea como un escenario montado. ¿Lo aprobó ella, o la engañan? Imposible saberlo, pero de que fue un montaje, lo es
Gregorio Ortega Molina
Partamos de un hecho fácilmente constatable: el gobierno de la 4T recién concluido dista mucho de ser modelo de virtudes éticas, de convertirse en fundacional, de transformarse en la piedra angular de un auténtico proyecto de nación, siempre traicionado, o pospuesto, o preterido por las preferencias ególatras de nuestros gobernantes, todos, o casi, con delirios de grandeza.
Las pocas instituciones útiles al desarrollo y bienestar de los mexicanos, fueron borradas en menos de seis años. Maltrecho o víctima de la corrupción, el sector salud funcionaba; la apertura a la inversión extranjera fue un estate quieto a la corrupción de nuestros políticos y empresarios; la separación de poderes ofreció oportunidades a una incipiente oposición, cuyo único propósito fue suceder al partido de Estado, para pegarse a la ubre fiscal; la desaparición del Fonden, como la anulación de otros órganos autónomos, imposibilitaron la rápida respuesta a Otis, John y Helen, y la aproximación a la verdad. Optaron por sustituir la corrupción pecuniaria por la atrabiliaria transformación a un supuesto humanismo moral mexicano, que condujo a civiles, políticos, militares e industriales, a anhelar la narco-seducción.
Recurro a mis relecturas de Simone Weil, con la idea de encontrar una explicación a lo que hoy sucede en México, o mejor, lo que dejó de suceder en esta patria nuestra que parecía promisoria.
“También la política es un arte gobernado por la composición de múltiples planos. Quienquiera que llegue a tener responsabilidades políticas, si tiene hambre y sed de justicia, debe aceptar recibir esta facultad de composición en planos múltiples, y por tanto debe recibirla infaliblemente andando el tiempo.
“Al igual que el lenguaje humano está lejos de la belleza divina, también las facultades sensibles e intelectuales de los hombres están lejos de la verdad y las necesidades de la vida social lejos de la justicia. Por consiguiente, no es posible que la política necesite menos esfuerzos de invención creadora que el arte y la ciencia”.
Así llegamos al entendimiento de los falsos conceptos y las equívocas razones sobre las cuales se pretende edificar el humanismo moral. Recordemos la voz del líder después de leer, otra vez, a Simone Weil: “Amor a la verdad es una expresión impropia. La verdad no es un objeto de amor. No es un objeto. Lo que se ama es algo que existe, que es pensado y que por ello puede ser ocasión de verdad o de error. Una verdad es siempre la verdad de algo. La verdad es el esplendor de la realidad”.
¿Brilla con fulgor la realidad heredada por la 4T y tenemos enfrente? ¿Podemos amar lo que México recibe como legado después de seis años? El amor a su verdad es inexistente.
Y así es, sobre todo si consideramos el modo en que procedieron para imponer una reforma al Poder Judicial de la Federación, que nos conduce a esa dictadura perfecta denunciada por Mario Vargas Llosa.
El viernes 11 de octubre último Ricardo Anaya de la voz de alarma, y completo mi desengaño en lo dicho por el ministro de la SCJN, Juventino Castro, hace muchos años. Lo comparto: “El día de ayer varios señores Ministros se mostraban alarmados de la situación política de este asunto y se cuestionaban si era oportuno dadas las condiciones en las que el país se encuentra. Yo también estoy muy asustado, pero por una cuestión muy distinta. Qué pasaría si un presidente de la República, dictador y tirano, tiene a su disposición todo un Congreso mayoritariamente, pudiera hacer lo que quisiera, pudiera cambiar todo lo que quiera cambiar, y a esta situación les respondemos que no hay acción en contra de ello. Esto sí me alarma, porque no puedo decirle a una sociedad experta o inexperta, que se puede hacer lo que se quiera dentro de una reforma constitucional y que esto no puede tocarse”.
¿Dónde queda la función del Tribunal Constitucional? Caro pagan la limosna repartida a través de los plásticos del bienestar. ¿Es una verdad lacerante que no puede ser impugnada porque es inexistente? No lo creo.
Pero la simulación se profundiza con el paseo acapulqueño de la doctora Sheinbaum Pardo, que desea oficiar como presidenta de la República.
Acudió a la colonia Alejo Peralta del puerto, limpia, los “damnificados” pulcros la rodean porque así ella da la imagen de estar con el México bueno y sabio, de acudir primero en ayuda de los pobres, aunque todo se vea como un escenario montado. ¿Lo aprobó ella, o la engañan? Imposible saberlo, pero de que fue un montaje, lo es.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio