En opinión de Gregorio Ortega Molina
La Costumbre del Poder: Escarnecer a los que no comulgan con Andrés Manuel López Obrador
* Los púlpitos dejaron de ser funcionales, lo mismo que el aura del maestro en clase, o la voz del catedrático en el aula, o el juramento de fidelidad entre los seres que se aman, lo único que cuenta para el creyente y el agnóstico, es la posibilidad de despertar por la mañana y comer durante el día, sin desaparecer o morir por la violencia y la inseguridad pública. ¿A quién la importa cuánto gana Loret?
Gregorio Ortega Molina
El sentido de pertenencia hoy -a la patria, una cultura, una civilización, un Estado- difiere de la manera en que lo consideraron griegos y romanos durante la antigüedad. Sólo ahora y debido a las decisiones de Daniel Ortega y Rosario Murillo, podemos acercarnos a lo terrible de la sanción que es perder el hogar. Despojaron de su nacionalidad a Gioconda Belli y Sergio Ramírez. Ya no son nicaragüenses.
Pero hay una sanción con efectos colaterales sobre las amistades, y con mayores consecuencias para el castigado y su familia. Me refiero al exilio interno. Te quedas en tu ciudad, tu país, pero te exhibo, y si puedo hacerlo todas las mañanas, más que mejor. Desacreditar con infundios y el bullying cibernético, porque las redes sociales son millones de veces más poderosas que el boca-oído.
Hoy, en la globalización y la comunicación instantánea, el exilio es imposible, no se requiere estar físicamente para mantener presencia, poder, influencia. Como lo pronosticó Marshal McLuhan, el medio es el mensaje; bien lo aprovechó Assange, bien lo explotó Latinus.
La única manera que encuentran los afectados para revertir esa presencia e influencia en la sociedad -que afecta directamente el control político y la confianza en gobiernos y Estados, es el descrédito incesante, en todos los tonos, sin importar que se carezca de pruebas para fundamentar las imputaciones, lo que necesitan con urgencia- es que los mensajeros pierdan credibilidad, sean llevados al fango de las vergüenzas ajenas, sin importar el costo individual y colectivo, porque también se afecta la confianza de la patria en ella misma. ¿En qué o quién creer? Sólo en la voz y la verdad de Andrés Manuel López Obrador -pronto sustituida por la de Claudia Sheinbaum Pardo-, avalada por el dinero contante y sonante de los plásticos del bienestar. Todo lo demás perdió credibilidad.
Los púlpitos dejaron de ser funcionales, lo mismo que el aura del maestro en clase, o la voz del catedrático en el aula, o el juramento de fidelidad entre los seres que se aman, lo único que cuenta para el creyente y el agnóstico, es la posibilidad de despertar por la mañana y comer durante el día, sin desaparecer o morir por la violencia y la inseguridad pública.
¿A quién la importa cuánto gana Loret?
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