En opinión de Gregorio Ortega Molina
La Costumbre del Poder: ¿Transición, cambio de régimen o presidencialismo imperial? II/V
*Álvaro Obregón decidió conculcar el motivo esencial del movimiento armado: la no reelección, lo que lo condujo a la muerte, al crimen político, pero no aprenden, periódicamente asoman la cabeza algunos presidentes de la República en el ocaso de su reinado, con la aspiración de continuar en el cargo, porque suponen que sin su aura, sin su presencia, sin su fuerza de carácter, sin los compromisos negociados con los poderes fácticos y fuerzas económicas que recién nacen, como el narco, México irá a la deriva.
*Sucede exactamente lo contrario: este país va a la deriva, escora y se empobrece, porque están empeñados en negarse a la transición en política, en obstruir un cambio de modelo en el gobierno, que contribuiría a evitar que, tarde o temprano, suceda lo que ocurrió a Madero y a Colosio, pues son los “estadistas” de Estados Unidos de América, los que se erigen en guardianes de nuestro retroceso
Gregorio Ortega Molina
¿Cómo y por qué razones se determina el comportamiento de los políticos nacionales, producto de la dictadura porfirista, reeducados durante la Revolución como supuestos creyentes del constitucionalismo del 17?
Conducta, anhelos, sueños, debilidades de esos representantes del pueblo, ¿están descritos en las obras de Samuel Ramos, Miguel León Portilla, Emilio Uranga, Luis Villoro, Leopoldo Zea y Octavio Paz? ¿Son producto de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Rodolfo Fierro, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán?
En cien años de historia posrevolucionaria, nadie ha igualado la tarea de José Vasconcelos al frente de la secretaría de Educación Pública. Las misiones culturales, los murales que llenaron los edificios públicos, los libros verdes, las historias clásicas para niños. Ni siquiera el esfuerzo de Jaime Torres Bodet y Adolfo López Mateos para llevar a las aulas los libros de texto gratuitos, se compara al anhelo y espíritu del magisterio de los años 20, hoy son políticos y líderes y no maestros, ¿verdad Elba Esther, o Delfina?
Hace al menos seis sexenios que quienes gobiernan rehúyen su responsabilidad, se niegan a proceder como lo exigen las condiciones económicas, sociales y políticas del México actual. Empeñados en ser los poseedores de ese poder que los transformó en señores de las mercedes, desean conferirlas para comprarse impunidad. Por eso se niegan a llevarnos a la transición política y se apoltronan en cómodas y retrógradas alternancias.
Álvaro Obregón decidió conculcar el motivo esencial del movimiento armado: la no reelección, lo que lo condujo a la muerte, al crimen político, pero no aprenden, periódicamente asoman la cabeza algunos presidentes de la República en el ocaso de su reinado, con la aspiración de continuar en el cargo, porque suponen que sin su aura, sin su presencia, sin su fuerza de carácter, sin los compromisos negociados con los poderes fácticos y fuerzas económicas que recién nacen, como el narco, México irá a la deriva.
Sucede exactamente lo contrario: este país va a la deriva, escora y se empobrece, porque están empeñados en negarse a la transición en política, en obstruir un cambio de modelo político que contribuiría a evitar que, tarde o temprano, suceda lo que ocurrió a Madero y a Colosio, pues son los “estadistas” de Estados Unidos de América, los que se erigen en guardianes de nuestro retroceso.
Mañana, el psicodrama de los plásticos del bienestar y los rehenes de la pobreza.
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