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La «supremacía» de los ku klux klanes: Beatríz Pagés
La “supremacía constitucional” tiene tufo fascista. El sólo nombre evoca al Ku Klux Klan, a esos grupos que promovían la superioridad de los blancos y sembraban el odio y exterminio racial.
El contenido de la reforma es un himno al nazismo. Hitler también inventó un recurso, al margen de la Constitución, para que sólo él, su partido y nadie más, pudieran aprobar leyes a capricho.
El redactor de la reforma conocida como “supremacía constitucional” no está en la presidencia, tampoco en el Congreso, está en “La Chingada” y tiene como poderoso operador a Andy López Beltrán en la Secretaría de Organización de Morena.
A menos de un mes las cosas son cada vez más claras. El verdadero centro nacional de mando comienza a cambiar de sitio. Ya no está en Palacio Nacional sino en una oficina de Morena que “hace y deshace” a través del Congreso.
Conforme el tiempo transcurra vamos a ser testigos de cómo la Presidencia se achica. De cómo se convierte en una mera receptora y repetidora de instrucciones arbitrarias que pueden terminar por socavar su autoridad y convertir al Poder Ejecutivo en un “tigre de papel”.
Al senador Adán Augusto López y al diputado Ricardo Monreal, coordinadores de las bancadas morenistas, les toca cumplir “a rajatabla” con las ordenes que les dan desde “La Chingada”.
Y la orden fulminante es: exterminar la independencia del Poder Judicial al costo que sea. Someter a jueces, magistrados y ministros a la maquinaria del aparato morenista.
La reforma que busca quitar facultades a la Corte para invalidar reformas constitucionales no busca blindar la Constitución sino poner los cimientos de un Estado totalitario donde Morena sería la ley suprema.
La persecución del gobierno en contra de ocho ministros responde a una política de exterminio. La reforma judicial es la “solución final” al problema de tener jueces y ministros independientes.
Los ocho ministros y más de 800 juzgadores que renunciaron a su encargo han dado un ejemplo de lealtad a la nación. No sólo dimitieron por dignidad sino para evitar ser cómplices de una dictadura.
Con su renuncia se niegan a ser futuros legitimadores de las atrocidades de un régimen que se dirige rápidamente a instaurar un Estado represor. Se oponen a ser “jueces sin rostro”, inquisidores anónimos, para desde la oscuridad violentar derechos humanos y engrosar las filas de los ku klux klanes de la Cuarta Transformación.