En opinión de Samuel Pérez García
LO QUE ME DEJÓ LA FILOSOFÍA
Samuel Pérez García
Ser joven y estudiante es una virtud de la vida que no todos valoran ni viven. Es una etapa explosiva y peligrosa. Es la época en la que la vida presenta bifurcaciones que pueden hacer perder alas hasta al más avispado.El amor adolescente, las drogas, las enfermedades depresivas, el aislamiento, los liderazgos más encausados, las ilusiones mundanas y extraterritoriales, el sueño de ser y no poder, la orientación sexual; en fin, el joven es presa de muchas tribulaciones que pueden desviar su potencialidad hacia caminos inesperados.
Siendo joven es cuando uno abraza orientaciones políticas que, con el tiempo, puede hacerse propia o rechazarlas. A veces, una orientación ideológica puede ayudar en mucho a que el joven logre su identidad y se forje un proyecto de vida.
En mi caso personal, la filosofía me ayudó a definirme como sujeto histórico, con un sueño específico: transformar el mundo. Concebir a la mujer no en su sentido pueril, objeto de deseo, sino compañera de viaje en esa lucha por remover todo en la sociedad, y vivir una nueva etapa.
La filosofía mediante una serie de lecturas de filósofos específicos me desbrozó el camino, y avancé. Pude vislumbrar el mundo en su concesión desigual y discriminatoria. Platón influyó en mí con aquella tesis de que los filósofos están preparados para dirigir a los pueblos. Sócrates, con su idea de que el conocimiento está en cada uno, pero hay que esforzarse para conseguirlo. Y que para su logro hace falta un diálogo reflexivo entre el maestro y el alumno, agregaría Paulo Freire. Descartes me deslumbro con su pienso, luego existo, y me dio a pensar que nunca debo creer sino hasta tener evidencias muy certeras. Marx, por supuesto, abonó en mi ubicación social e históricamente en la sociedad capitalista y ahondó mi pensar sobre mi papel en la historia, mi perspectiva y compromiso con los más desposeídos. Me hizo rechazar los apotegmas divinos, a costa de pagar algunos amores que rechazaron mi ateísmo, pero recuperé mi identidad como sujeto libre, cuando leí a Jean Paul Sartre y su postura de que estamos condenados a ser libre, y que por culpa del otro, vivimos en la vida diaria nuestro propio infierno.
Al combinar la filosofía con la literatura, en específico con la poesía, cimentó mi camino verdadero. Leer, interpretar, escribir poesía, ahondar en algún pensador antiguo o moderno, dejar un rato eso e inscribirse en la lucha política, para luego regresar y abrazar a mi familia en la tranquilidad de la casa, escuchar música y volver a pensar que hace falta mucho por cambiar, es lo que he encontrado, lo que no hubiera conseguido si me hubiera hermanado a mis cuates de la mota, el alcohol, las pastillas de no sé qué.
Ser joven y estudiante es difícil, pero es una etapa necesaria que hay que vivir. Si se sobrevive, se podrá contar. Si no, nadie sabrá lo que pasó con uno. Muchos de mis amigos no tuvieron la dicha que yo tengo de poder a otros contar esto. En memoria de esos caídos escribo. Un abrazo para Pérez Pintos, Álvarez Wada, Félix Blanco, Carlos Abad, Carlos Sánchez, Rafael Berzunsa, Carlos Alemán, Rodríguez Filigrana, Cuesta, El sol de Cosamaloapan, y muchísimos más