Los enemigos de la soberanía están adentro: Beatríz Pagés
Sheinbaum le dijo a Trump: “Nunca nos vamos a subordinar” y repitió lo obligado: México es un país soberano.
Fue la respuesta de la presidenta a la segunda y más contundente amenaza de Donald Trump de designar a los cárteles mexicanos como terroristas.
Cierto, México es un país soberano. O, más bien, lo era, porque hoy los grupos delictivos controlan varias regiones y zonas productivas del territorio nacional. Lo mismo carreteras que pueblos y municipios.
Y no solo controlan, también gobiernan. Imponen presidentes municipales, alcaldes, secretarios de seguridad e incluso gobernadores.
La soberanía empieza a defenderse desde adentro, cuando se impide por todos los medios que la delincuencia imponga su ley y destruya al Estado.
Hoy se habla de defender la soberanía frente a Estados Unidos, cuando no se ha tenido la voluntad de impedir que los cárteles funcionen como operadores electorales del partido en el poder.
La soberanía se ríe burlonamente al recordar aquel saludo del ex presidente López Obrador a la mamá del Chapo o cuando se liberó a Ovidio Guzmán o cuando la respuesta al brutal despojo de tierras a los indígenas de Chiapas –por parte de los cárteles– es el silencio y la complicidad.
¿De verdad al régimen le conviene desterrar de la faz de la tierra a los cárteles? ¿De verdad hay voluntad para combatirlos a fondo o sólo tantito?
En más de seis años no hemos escuchado que los titulares del gobierno condenen abiertamente y por su nombre a los cárteles. Se limitan a lamentar los hechos, a decir que las cosas no se van a quedar así, a repetir huecas y trilladas condolencias.
No queda claro qué le molesta al gobierno mexicano: el injerencismo de Trump o que los cárteles sean declarados como terroristas.
Parecería que es lo mismo, pero no lo es. Con la mayoría aplastante que tiene Morena en el Congreso podría endurecer la ley contra el crimen organizado y también designar a los que cercenan cuerpos y amputan cabezas como terroristas.
¿Por qué no leer las cosas de manera distinta? ¿Por qué no decirle a Trump: “déjame homologar la ley y combatamos de manera conjunta y coordinada, con reglas claras, un flagelo que tiene postrado a México y amenazada la seguridad de Estados Unidos”?
“Detengamos los dos ríos: el de sangre y el de hierro, alimentado por los comerciantes norteamericanos que venden armas a los narcos mexicanos”.
Algo ocurre cuando la amenaza de los delincuentes no está en el centro del discurso oficial. Cuando se recurre a la defensa de la ultrajada soberanía –violada mil veces por sus mismo padres e hijos–, para evitar comprometerse con la aniquilación de los cárteles.
Con el presidente George W Bush y su “Ley Patriótica” se designaron “estados delincuentes” a quienes colaboren de una u otra manera con los criminales. Trump conoce la debilidad de México en ese punto. Basta recordar lo dicho por su futuro secretario de Estado Marco Rubio, “el gobierno de López Obrador, ha entregado secciones del territorio a los cárteles”.
Sí, efectivamente, ningún país soberano debe someterse a fuerzas extranjeras, pero quienes hoy “profanan con su planta su suelo” no son los “extraños enemigos” sino los enemigos que tiene México adentro.