Lubián y Cetrina: Un amor lésbico verdadero / Por Antonio Balam

CUENTO

El tiempo pasó y… (El escritor de este cuento ya no recuerda quién es quien, en esta historia, ya que a él mismo le ha sucedido muchísimo dolor. Así que; diré que Lubián era la riquilla, y Cetrina la pobre).

Un día, Lubián se fue a estudiar a la ciudad, y Cetrina se quedó en aquel pueblo. Pasaron los años y Lubián se convirtió en médico. Después, se casó con uno de sus compañeros.

Cetrina, por el otro lado, siguió siendo lo que ella había sido en los últimos años de su vida: una vendedora de perros calientes. Debido a su pobreza, jamás logró terminar sus estudios en… (¿?)

Lubián jamás pudo olvidarla; a pesar de todo el daño que Cetrina le había causado hacía ya muchos años atrás.

Debido a que a Cetrina le surgió un tumor en el cerebro, el dolor causado por éste la hizo enloquecer. Entonces volcó toda su ira y dolor contra su amiga de toda la vida: Lubián.

Un día, así sin más razón o motivo, apenas y vio que Lubián estaba “en línea” en su WhatsApp, se puso a escribirle todo tipo de cosas feas. Cetrina la llamó “traidora” y “maldita”, y otras cosas más.

Lubián, que ese día había tenido varios problemas, nunca le preguntó qué le sucedía. Y así, sin más, la bloqueó.

Corría el año 2016 y… Cetrina había quedado totalmente devastada. Debido a todo su dolor, ella jamás pudo ver lo que en esos instantes le había hecho a su amiga. Solamente un año después de su operación lograría hacerlo: ver con absoluta claridad todo el daño que le había causado a Lubián con sus palabras.

Ambas habían sido siempre -además de almas gemelas- amantes, amigas, confidentes y cómplices. Su amor, a pesar de ser algo prohibido para la sociedad en las que había tocado vivir, siempre fue la cosa más hermosa. Porque entonces era UN AMOR VERDADERO.

Pero la vida y las circunstancias y -en este caso- el dolor de Cetrina, hizo que ella lo arruinara todo. Pero, como ella lo descubrió un día, luego de haber estado meditando mucho tiempo, a pesar de no haber tenido aquel tumor, que tanto dolor le produjo, ella de todas maneras habría hecho todo lo posible para que su amiga se alejara, porque creía que Lubián se merecía “algo mejor”, a alguien mejor que ella.

“Soy pobre, y no tengo nada que ofrecerle”, pensó un día Cetrina. “Lo mejor será provocar que ella se aleje de mí… para siempre”.

Y así sucedió. Lubián se graduó de médico, luego se casó y… Nunca más regresó al pueblo donde ella había nacido. Siendo hija única, sus padres no tuvieron ningún problema en mudarse a vivir a la misma ciudad donde ella lo había hecho.

En las noches, cuando a Lubián le tocaba “hacer el amor” con su esposo, cada vez que éste terminaba en su interior, ella dejaba caer su cuerpo a un lado del suyo y, luego enseguida evocaba el rostro de su amada amiga y amante de juventud.

Sintiendo una melancolía indecible en su interior, Lubián siempre terminaba apartándose varias lágrimas en las comisuras de sus ojos. “Cetrina”, pronunciaba en silencio, “¿Por qué nos sucedió esto?”

Después, una noche de tantas, sin poder evitarlo más tiempo, ella se puso de pie, caminó al baño y se encerró a llorar por su antiguo amor verdadero.
Pasándose una mano sobre su cabello, su rostro y sus ojos llorosos, Lubián no dejó de evocar con su mente todos los recuerdos hermosos que ella había compartido un día junto a su gran amiga Cetrina.

Después, recordando la vez en que Cetrina la había buscado en el hospital donde ella trabajaba, sintió algo de arrepentimiento. Cetrina, parada frente a la puerta de su consultorio, una y otra vez le había dicho: “Lubián. ¡NECESITO HABLAR CONTIGO, Y EXPLICARTE MUCHAS COSAS…!”

Pero Lubián, dolida y herida todavía por todo lo sucedido contra ella, nunca aceptó las suplicas que su antigua amiga le hacía ahora. Y, sin poder insistirle más, Cetrina se dio la vuelta y se dirigió otra vez por la salida de aquel hospital. Pero antes de abandonar el hospital, se acercó a la recepción, donde dejó un sobre…

Después se fue.

Encerrada ahora en su baño, Lubián, quien ya llevaba más de media hora sentada sobre la tapa del retrete, se levantó y caminó hacia aquel mueble de madera. Los cajones eran seis, y solamente uno estaba cerrado con llave.

Lubián, quitándose su collar de oro, buscó entre las dos llaves la que abría este cajón. Segundos después, su mano encontró el sobre, escondido entre unas de sus prendas interiores.

“Para Lubián…”, decía en el papel blanco de aquel sobre. Tomándolo por una de sus orillas, Lubián lo rompió y, después, lentamente fue sacando la hoja que había adentro…

Era una carta que donde Cetrina le pedía perdón por todo el daño que ella le había causado. Lubián fue leyendo cada palabra, escrita sobre esta hoja…, hasta que llegó al final, donde Cetrina le decía que le habían extirpado un tumor maligno en su cerebro.

“…He estado bien por un tiempo, pero los doctores, en la última revisión que me hicieron, me dijeron que el tumor volvió a surgir… Me han dicho que ya no hay nada que se pueda hacer por mí…”

“Lubián… Mi muerte está muy próxima. Así que, solamente quería despedirme de ti. Es por eso es que escribí esta carta para ti, porque yo sabía que, cuando te buscara, tú, no aceptarías escucharme… LUBIÁN. ESPERO QUE ALGUN DÍA PUEDAS PERDONARME… Se despide de ti, alguien que te amó más que a nadie y a nada en este mundo. Tuya: Hoy, ayer y por siempre… Cetrina”.

“¡NO!”, sintió querer gritar Lubián al leer las últimas líneas de esta carta. “Cetrina, ¡NO!”

Pero ella tuvo que hacer todo lo posible por ahogar todas sus ganas. Porque, de lo contario, habría podido despertar a su esposo… Aquel hombre acostado en aquella cama, y con el cual decidió casarse un día, solamente porque ella nunca se atrevió a ser quien realmente era.

Anthony Smart
Diciembre/19/2022
Enero/17/2023

Botón volver arriba