En opinión de Joel Hernández Santiago
Metro capitalino: un peligro
Joel Hernández Santiago
El 4 de septiembre de 1969 se inauguró la primera línea del Sistema de Transporte Colectivo: Metro. Es la ruta 1 que por entonces iba de la estación Zaragoza a la de Chapultepec, con 16 estaciones y 12.6 kilómetros de vía. Esto es, hace 55 años, más de medio siglo…
De entonces a la fecha las líneas del sistema Metro han aumentado de forma estratosférica, también de acuerdo con el incremento de la población de entonces ahora.
Originalmente el proyecto para su construcción comenzó desde los años 50, cuando una importante empresa constructora, ICA, presentó el proyecto para solucionar el problema del transporte público que ya por entonces iba en aumento. Si. Pero no.
Resulta que el por entonces “Regente de hierro”, Ernesto P. Uruchurtu se opuso tenazmente a esa construcción porque, argumentaba, que la población se incrementaría de forma desproporcionada siguiendo la línea de transporte. Tal como ocurrió luego.
El Metro –como en muchos otros países- ha sido la gran solución para el transporte de personas, para evitar el ya de por sí gran problema de la movilidad individual y de servicios que hace que las ciudades se congestionen y generen caos frecuentes, como ya ocurre en la Ciudad de México y en otras grandes capitales del país, en las que el día a días es un martirio porque se ha priorizado el uso del vehículo en contraposición a crear un sistema vial de transporte eficaz, puntual y sin agobios.
Pero ahí está el Metro de la Ciudad de México, hoy ya con 12 líneas distribuidas a lo largo de la capital, con 195 estaciones que a diario transportan 4.6 millones de pasajeros en promedio. Una ciudad debajo de otra enorme ciudad.
Una ciudad subterránea que tiene infinidad de problemas y fenómenos de convivencia todos los días, minuto a minuto. El primer gran problema del Metro es la incapacidad de sus directores para buscar soluciones eficientes y prontas a la lentitud de sus vagones entre estación y estación y en las cuales se acumulan cientos de personas en unos cuantos minutos, lo que hace que el acceso o descenso de los vagones sea una lucha cuerpo a cuerpo, casi mortal.
Hoy cada día hay fallas en algunas líneas. Se descompone con frecuencia. Hay largas esperas entre estación y estación porque la eficiencia en sus tiempos ha dejado de ser una prioridad para ser una suerte de desorden y desaliño.
En tiempos de lluvias hay estaciones que se anegan y casi impiden la movilidad de los vagones. Accidentes graves han ocurrido. Descarrilamiento de trenes. Uno de los más graves fue el 3 de mayo de 2021, cuando un paso elevado en la alcaldía de Tláhuac, que sostenía a la Línea 12 se desplomó debajo del tren que lo recorría.
Hubo 26 muertos y muchos gravemente heridos. Luego el gobierno capitalino se lavó las manos y nadie sabe, nadie supo, nadie sabrá quiénes fueron los principales responsables de la tragedia: la entonces jefa de gobierno de CdMx, Claudia Sheinbaum, dijo: “Siempre hemos dado la cara, no hay nada que ocultar”.
Cada día la vida de esos 4.6 millones de seres humanos, mientras se transportan ahí, está en riesgo: Agresiones físicas entre pasajeros, falta de vigilancia suficiente, acoso de hombres a mujeres y a la inversa. Vagones que son utilizados para refriegas individuales. Desmayos. Suicidios en sus vías. Nacimiento de niños en riesgo. Robo de bienes. Golpes. Jaloneos. Apretujones… Una total impiedad disfrazada de solución al transporte público.
Y lo peor: de un tiempo a esta parte gente enloquecida accede armada, sin ningún control para agredir de forma indiscriminada a otros pasajeros.
El 19 de noviembre un hombre ingresó a la estación Tacubaya de la línea 7 del Metro y con un arma punzocortante agredió a cuatro personas que esperaban la llegada del tren, una de ellas aún está grave en un hospital. El agresor quiso suicidarse lanzándose a los rieles del tren, pero fue detenido.
El 11 de octubre pasado, un hombre de 35 años de edad fue asesinado a tiros al interior de la estación Tepalcates. El presunto agresor se encontraba sentado en una de las bancas colocadas en el extremo de la estación esperando el arribo del tren, y cuando éste abrió las puertas, disparó en contra de la víctima, a quien luego de caer al piso le asestó dos tiros más. El hombre huyó.
El 18 de septiembre de 2009 un hombre atacó a tiros a dos personas. Murieron. Uno de ellos era un policía adscrito al personal de vigilancia de Metro y al menos diez personas resultaron heridas.
La vigilancia es poca y con frecuencia ineficaz. Hoy pocas son las estaciones que cuentan con detectores fijos de metales, los cuales no son de uso obligatorio para los usuarios por lo que los millones de personas que viajan diariamente en el Metro no cuentan con seguridad para evitar este tipo de agresiones fatales.
Una vez ocurrida la tragedia del 19 de noviembre, el director del Metro, Guillermo Calderón, anunció el incremento de equipo detector de metales y el aumento de vigilancia en las estaciones. Lo han dicho tantas veces y tantas veces no ha sido de forma permanente y eficiente.
El Metro de la CdMx es cada vez más un problema tanto como una solución. Y ya es tiempo de que el gobierno de la capital así como el de otras ciudades del país diseñen formas de transportación pública alternas, eficientes y seguras.
El transporte público es un derecho, no es un negocio, parafraseando a la presidente de México. Lo pagamos todos con nuestros impuestos y merecemos un servicio impecable. ¿Será algún día?