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   En opinión de Joel Hernández Santiago  
 México-EUA: el miedo, como medio  

Joel Hernández Santiago

Las relaciones entre México y Estados Unidos de América han sido complicadas históricamente. Eso ya se sabe. Pero se ha salvado el escollo mediante acuerdos diplomáticos y comerciales. Se suponen buenos vecinos, pero subyace a todo esto una vara distinta de medir a cada uno: EUA es el país portentoso y dominante en el mundo pero también agresivo y atrabiliario.

México es, sí, con una enorme cultura histórica; con una historia de difícil comprensión para muchos pero que a través de siglos ha ido construyendo su personalidad y su perfil como nación, como Estado, como país…

Paro también tiene una debilidad congénita: Su frágil sistema político; su debilidad democrática y con gobernantes de distinto partido político que se desconectan de los habitante del país a partir de dos categorías básicas: la mentira y la corrupción.

Son dos países con perfiles distintos; aquellos con su calvinismo recalcitrante, convencidos de que deben redimir al mundo y acomodarlo a su propia personalidad, avasallando culturas y modelos políticos nacionales.

Los mexicanos dispuestos a la lucha pero sin ruta ni meta. Evasivos en la responsabilidad democrática en general los mexicanos de a pie se quejan de incomprensión de gobierno, pero no actúan en tono democrático para exigir cumplimientos y respeto.

Ya puestos en lo reciente, queda claro que las relaciones entre México y EUA ya eran complicadas durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que enarbolaba una bandera del tipo ideológico y nada pragmático en contra de lo que acusaba de manera hosca y frecuente como intervencionismo de Estados Unidos en México.

Durante un lapso breve se llevó bien con el primer gobierno del republicano y ultraderechista Donald J. Trump a pesar de los agravios, insultos, groserías que éste profería en contra de México, lo mexicano y los mexicanos.

Digamos que AMLO aguantó vara. No por el país, sí por no afectar s su propio modelo de gobierno. De todos modos las relaciones estaban dañadas desde la primera llegada de Trump y peor aún durante el gobierno del republicano Joe Biden.

El gobierno de Biden, a pesar de las señales hoscas del gobierno de AMLO también apechugó porque el tema migratorio era un asunto de seguridad nacional para EUA y porque el gobierno de AMLO lo utilizó como arma política para mantener controlado al gobierno demócrata.

Pero Estados Unidos es Estados Unidos y guarda en su caja secreta datos-información-señales-pruebas y todo aquello que utilizará en su momento para presionar al gobierno mexicano.

Trump lo sabe, y no obstante no haber llegado a la presidencia de su país luego de su triunfo electoral, ya genera una enorme inquietud en el gobierno mexicano. Son amenazas que podrían causar un gran problema económico y social al país, como también a su nuestra seguridad interna:

Aranceles extremos como castigo comercial; expulsión masiva de migrantes hacia México toda vez que –dicen allá, México les abrió paso para que llegaran a la frontera de EUA–; una confrontación e incluso “intervención suave” en territorio mexicano para perseguir a los narcotraficantes de este país que “matan a nuestros ciudadanos mediante el envío de fentanilo”.

El gobierno de Claudia Sheinbaum ha respondido a todo esto, primero minimizando las amenazas; luego cuando vio que el tema era para tomarse en serio, comenzó a enarbolar la bandera del nacionalismo mexicano y el de la defensa nacional:

“No nos sometemos; somos un país soberano y libre con una profunda cultura e historia”, dice en su discurso mañanero. Desde el Congreso mexicano los integrantes de Morena amenazaron con que, en caso de que Trump cumpla sus amenazas, podría haber una revuelta civil en México.

Y un poco para atraer el apoyo de los grupos de mexicanos en Estados Unidos –extraño porque Sheinbaum sabe que en gran mayoría esos mexicanos votaron por Trump para que impida la llegada de más mexicanos que les podrían quitar sus fuentes de trabajo–, la presidente habla en defensa de ellos por la amenaza de ser deportados por Trump y su pandilla.

Pero en ambos casos existe el miedo. Por parte del gobierno que llegará el 20 de enero en EUA se teme la avalancha renovada de llegada de migrantes que cruzaron México para llegar allá. Se teme en lo que respecta a su seguridad nacional, de ahí que lo ocurrido en Nueva Orleans cuando un conductor con bandera del fundamentalismo islámico, ISIS, arrolló a gente y mato a 15 personas, haya sido utilizado por Trump para acusar que fue un atentado hecho por un migrante.

En México existe el miedo a que Trump cumpla sus amenazas. Todas ellas. Y como no queriendo la cosa ha llamado la atención del próximo mandatario estadounidense cerrando tiendas de productos chinos para decirle que acá se combate al comercio de ese país;

Se han puesto puestos de recepción de migrantes en la frontera norte para recibir multitudes en caso de que a partir del 20 de enero comiencen a llegar a México. Se ha hablado con gobiernos de centro y Sudamérica para que se hagan cargo de sus ciudadanos en caso de su expulsión de EUA: El miedo como medio de presión y el miedo como medio de reacción.

Defender a México no con discursos. El gobierno mexicano debe actuar como país sólido, como potencia económica continental, como país con un altísimo nivel comercial con EUA y el cual tiene un sistema político sólido, instituciones sólidas y políticos a la altura de las circunstancias. Un país con democracia consolidada y sin miedo. Porque el miedo genera debilidad y de eso se aprovechan vivales como Trump.

¿Podrá hacerlo el gobierno de Sheinbaum con los grandes lastres y desastres que heredó de AMLO?

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