En opinión de Francisco Rodríguez
Nuestra seguridad, en manos cómplices del crimen
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
“¡Se deben ir todos!”, me dijo enfático un ex director de la desaparecida Policía Judicial Federal. Señalaba que quienes hasta ahora se han encargado de la dizque seguridad pública desconocen el oficio policiaco –militares y marinos incluidos–, y “para poder sacar su chamba” se han aliado con los malandrines a cambio de migajas económicas.
Y, lo peor, que por esas cantidades mínimas se ponen al servicio de los delincuentes, quienes los tratan como empleados. Si la señora Claudia Sheinbaum quiere de verdad hacer las cosas bien, me subraya, no debe quedar ni uno solo. Nadie que haya “trabajado” en las áreas de seguridad pública en los sexenios de Fox, Calderón, Peña y AMLO. ¡Nadie!
Aunque debe haber excepciones, o en este caso prietitos en el arroz de la corrupción, los hay. México fue semillero de grandes, honestos y prestigiados policías. Pero son desafortunadamente contados con los dedos de una mano, y son realmente disfuncionales para el sistema actual de cosas en ese aparato depredador y vergonzoso.
Para empezar, está el titular de Seguridad del gobierno federal. Omar García es egresado de las filas conformadas por Luis Cárdenas Palomino, segundas manos de Genaro García Luna. Se sabe que no aprobó los exámenes de control de confianza. Y es reo de sospecha de favorecer a uno de los grandes cárteles de la droga, por lo que el rival de éste habría mandado asesinarlo en la tercera decena de junio de 2020. ¿Ya se saldaron esas cuentas? ¿Aún persisten?
Luego están los gobernadores de las entidades federativas que se movilizan como verdaderos capos con todas las protecciones de las bandas delincuenciales con las que han pactado en sus respectivos estados, cerrando a su gusto todas las instalaciones hoteleras, restauranteras y sitios de descanso que visitan. Cierta o no la complicidad, en política “lo que parece, es”, como decía el ya desaparecido filósofo tuxpeño don Jesús Reyes Heroles.
A García y a los gobernadores acaba de encargarles ooootra vez la señora Sheinbaum que se ocupen de la seguridad de las familias y hasta de que también lleven a los niños a la escuela. Consejo de abuelita, dijo.
Pero, si usted es guerrerense, por ejemplo, ¿permitiría que “la cantante” Evelyn Salgado lo hiciera? ¿O que fuera su padre, “el actor” Félix, quien tomara de la mano a su hija para acercarla a su colegio?
Y si usted es neoleonés, ¿no sospecharía que, atrás de esos encargos, hubiese un nuevo negocio para Samuel García y parientes que le acompañan?
Los dizque mandatarios estatales son las peores manos en las que puede estar la seguridad pública, cual lo demuestran las estadísticas del crimen, del secuestro y de los variados ilícitos que se cometen, perpetrados por las mismas autoridades en las calles de todos los rumbos del país, en todas las poblaciones y rancherías. El objetivo central de estos mandarines es sólo enriquecerse, y mientras más pronto, mejor. Los delitos, mientras tanto, quedan impunes.
De los titulares estatales de seguridad pública, mejor ni hablar. Son en su mayoría militares y marinos en retiro que reciben como premio dichos cargos, para que su jubilación se más cómoda y auto$uficiente. Sus resultados también están a la vista.
Y como el que pone, quita, ya ahora no tienen la menor justificación para seguir medrando a costillas de la población. “El pueblo”, ha decidido en contra de la violencia institucional y de la seguridad pública a modo. Es hora de que todos también se vayan a acompañar a usted ya sabe quién a “La Chingada” estos impostores y delincuentes que han hecho fortunas a base del descaro, el cinismo y la gesticulación hipócrita dizque en favor de sus gobernados.
Los mismos que han causado la debacle
Urge una limpia total. Así lo manifiesta el pueblo de México, incluso quienes están “anestesiados” con las dádivas “del Bienestar”.
Aunque pudieran llegar a creer los favoritos de la Cuarta Transformación que correr a todos los encargados de la seguridad es irrealizable, por algún lado hay que empezar. Está en juego no sólo el futuro, sino la vida de 130 millones de mexicanos y extranjeros que pasan por nuestro territorio.
No es casual sino causal el hecho de que 7 de cada 10 ciudadanos mexicanos hayan sido violentados, ultrajados, vejados, masacrados y borrados del mapa, según las estadísticas oficiales del mismo INEGI, que se ha visto obligado a reconocer que efectivamente somos el país más violento de la Tierra, en medio de una guerra civil no declarada.
Coincidentemente, es la misma cantidad de mexicanos, el 70% de la población que el 2 de junio reciente votó por desterrar del país la inseguridad, tras las promesas, promesas y más promesas de la entonces candidata del oficialismo, la señora Sheinbaum, de que lucharía en contra de ella.
Pero así no. No con los mismos que han causado la debacle. Los mismos que consienten y abrazan a los delincuentes que los ayudaron a conseguir las candidaturas y a ganar en las urnas, como es el caso del sinaloense Rubén Rocha –y no es el único–, a quien los culiacanenses ni siquiera le hacen caso de llevar a sus niños a las escuelas.
¡Fuera máscaras! Muchos gobernadores están coludidos con el crimen.
Como AMLO, gozan de total impunidad
Cuando cualquier persona es invitada a ingresar a una clase social encumbrada, como lo es la de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, conoce de antemano quiénes son quienes los convidan. Entra en un círculo hermético que está conformado por sujetos con temperamento y esencia similares. No puede llamarse a engaño.
Ha ingresado o fue cooptado por una clase social confiada absolutamente en que sus actos jamás podrán ser juzgados por una instancia superior a ella, pues es una claque controladora de todo el sistema administrativo, legislativo, judicial, monetario, de poder, militar, de opinión pública y publicada, sustentada sobre un conglomerado corrupto.
Una clase social tan empoderada y vengativa que sabe que ninguno de sus actos de corrupción o de complicidad, soborno, chantaje o extorsión, del tamaño que pueda ser, no tiene ni tendrá consecuencias jurídicas ante ningún tribunal formal, de conciencia, de transparencia, de rendición de cuentas, de procuración de justicia, de supervisión social, de crítica institucional.
Son así simple y llanamente porque están en la cúspide de un sistema jerárquico vertical que toma decisiones omnímodas y realiza actos que no están sujetos a ningún escrutinio previo ni a sanción posterior. El que ingresa a esa masa seudo humana de corrupción sabe desde el primer momento que su carácter debe moldearse a las circunstancias de ese entorno.
AMLO lo supo y lo sabe. Para eso buscó afanosamente el poder. Para eso dejó una sucesora “a modo”. Sabe también que cualquier desviación de esa línea lo llevaría al ostracismo, a la inhabilitación, el repudio o la cárcel, para pagar en nombre de todos los demás. Nadie en su sano juicio podría ir a contracorriente de la corrupción y las oscuras complicidades que campean en la 4T.
Fuertes dosis de corrupción e incompetencia, peores que las plaquetas, han paralizado nervios y músculos del régimen. La esclerosis múltiple avanza incontrolable. No hay un solo órgano de ese cuerpo que responda, aunque sea levemente, a algún estímulo político exterior. La catatonia se ha enseñoreado del sistemita de la Cuarta Transformación.
La esclerosis múltiple puede afectar cualquiera de las arterias del cuerpo, incluidas las del corazón, el cerebro, los brazos, las piernas, la pelvis y los riñones. Los vasos comunicantes se han vuelto rígidos y restringen cualquier flujo. El sistema inmunitario ha atacado las fibras nerviosas y causa problemas de comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo.
Por eso los brazos que deberían estar atrapando y enjuiciando a los criminales están caídos. Son los brazos de los incompetentes que tienen a cargo nuestra seguridad.
¡Dios nos siga agarrando confesados!
Indicios
Tanto el discurso vigente del sexenio pasado –lacayunamente continuado en esta Administración–, como la ausencia de controles de seguridad dieron como perverso resultado el asesinato del magistrado Edmundo Román Pinzón, hace dos días en Acapulco. Las diatribas en contra de los juzgadores de AMLO y de Sheinbaum son incentivos para los criminales. * * * Por hoy es todo. Mi agradecimiento a usted que leyó este Índice Político y, como siempre, mis mejores deseos para que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!