En opinión de Jesús Michel Narváez
Prohibir, mala idea
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
El razonamiento para prohibir la siembra de maíz transgénico, no es el adecuado.
Una explicación sencilla: la decisión del panel de controversia al que acudieron Canadá y Estados Unidos por el decreto presidencial que impide la exportación de los productos de ambos países como parte integral del T-MEC, no obliga a México sembrarlo. Esa es, como se ha dicho ya en este espacio, una medida que tendrá que fundamentarse en el proyecto de nación que se (des) construye.
El fallo vinculatorio reabre la puerta para las exportaciones de los socios de América del Norte que, con registros oficiales, representan entre 10 y 12 mil millones de dólares, que beneficia a sus productores.
Es decir, seguirá llegando el maíz transgénico para consumo animal y no humano, por lo que lo ideal sería sembrarlo en México para que no haya necesidad de importarlo.
La economía mexicana se beneficiaría con esos 10 0 12 mil millones de dólares que servirían para que quienes siembre y cosechen el cereal, mejoren su economía.
El negocio, como está establecido en el capítulo 31 del T-MEC, es para los dos socios no para el tercero que, le guste o no, está obligado a acatar el fallo y no hay forma de revertirlo como presume la señora presidenta.
Por ello, en lugar de importarlo, que los campesinos sean quienes puedan sustituir las importaciones y en algún momento hasta exportar el sobrante.
Estados Unidos es la mayor economía del mundo y con enorme diferencia con respecto a los siguientes cuatro lugares. Es poderoso porque miran en todas las operaciones comerciales, agropecuarias, militares, entre otras, el beneficio para la nación y por supuesto para sus productores.
La respuesta presidencial se concreta en orden, porque no puede entenderse de otra manera, para que el Congreso de la Unión legisle y prohíba la siembra de maíz transgénico, sin ponderar que las importaciones se mantendrán y muy probablemente incrementen su volumen de exportación hacia nuestro país.
¿Por qué no aprovechar la experiencia de los productos tanto estadounidenses como canadienses en la materia?
Como señala el fallo del panel, no está suficientemente demostrado que el maíz transgénico afecta la salud de los humanos y si bien la Organización Mundial de la Salud ha advertido que el uso de los herbicidas podría dañar a algunas personas al absorberlo cuando se irriga, tampoco está comprobado que ponga en peligro la vida humana.
Uno de los argumentos que en México no se entiende, es que quienes comemos durante décadas carne de res, pollo, cerdo, ovejas, no hemos conocida la guadaña de la parca y ni siquiera hemos acudido al médico por los síntomas “malignos”. Acaso acudimos porque el colesterol está elevado o el ácido úrico ya hizo efecto en las coyunturas.
Por lo tanto, examinar sin chovinismos y con material científico la posibilidad de sembrar y cosechar maíz transgénico no es del todo descabellada y, al parejo de la entrega del producto, se reduciría la importación del grano, se beneficiaría la economía del campo y los productores tendrían el mercado para satisfacerlo.
Hablar de 12 mil millones de dólares, representa 1.5 del PIB, que no beneficiarán a los del otro lado de la frontera norte.
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