Recibió a un México en ruinas, pero él lo convirtió en polvo / En opinión de Emilio Trinidad

Documental Político

Si se sumaran las horas de cada una de las mañaneras en las que lejos de hablar de logros -que no los hay- invirtiera ese valioso tiempo en dar resultados, y dejara la denostación, la repartición de culpas, la acidez, el veneno y la bilis que supuran por todo su cuerpo, veríamos que esas miles de horas se convirtieron en meses perdidos en su estéril confrontación, porque aunque le aplauden sus fieles, ha dividido a un país que debiera caminar unido si la bonanza nos abrazara como él supone.

Cada mañana se conduce en la burla, la amenaza, el chantaje, la mentira que es cotidiana, porque mantiene su odio y su rencor hacia quienes piensan diferente y los considera enemigos de él y de la patria.

López Obrador es un hombre patético, y a pesar de tener el poder absoluto, es un resentido social que para muchos requiere con urgencia de atención psiquiátrica.

Habré de disculparme anticipadamente por lo que diré, pero es un tipo que todos los días fabrica mierda, la recoge, la expone, la ve, la revisa, la celebra, la embarra, la lanza, y luego de respirar su nauseabundo aroma, feliz, dice que aún siendo lo que es, no huele mal.

Perdón por lo escrito pero no encuentro otras palabras para describir lo que de su boca y conducta salen.

Pero la culpa es nuestra, no de él, fuimos nosotros, la mayoría de mexicanos, que le dimos nuestro voto, no por su talento y cultura -que no los tiene- sino por el hartazgo ciudadano de gobiernos anteriores (sobre todo del PRI) que saquearon de manera cínica, escandalosa y brutal, los recursos financieros de la nación.

Ganó por eso, se aprovechó de eso, y hoy cree que es amado, adorado, venerado por las mayorías, pero no ve, no entiende que habemos millones de arrepentidos por haberle dado nuestro voto y confianza. Me acuso de ello y me reclamo por haber caído en su trampa.

Es un hombre que acusa a otros de discursos de odio, cuando es él quien lo impulsa y alimenta día con día porque tiene el hábito y la costumbre de mentir.

Habla de historia como si la conociera, como si la hubiera leído; publica libros que no escribe porque su incultura no le da, pero aparece como autor. Ojalá hablara como se supone escribe.

Conoce el país como nadie pero eso no lo hace ilustrado o sabio como quiere aparecer y como hace creer a los millones de iletrados que no tuvieron oportunidad de acceder al conocimiento.

Andrés Manuel López Obrador dice que los medios de información mienten pero él todos los días lo hace sin recato, sin pena, sin rubor alguno.  

A los pobres, ignorantes y a los de miseria extrema que felizmente incrementó, les dijo burlonamente que por esa condición de olvido los tenía en la bolsa, porque con las promesas y limosnas que les da, disfrazadas de dádivas y despensas, seguirían subordinados a él como animales hambrientos que obedecen al criador, al entrenador, al patrón, al amo, al dueño de sus vidas y futuro.

Este sujeto, convertido en Presidente de México, del que se burlan en el mundo entero mientras a nosotros nos da vergüenza, imagina que el país le pertenece y por ello, de estupidez en estupidez, lo conduce a capricho, sin rumbo, con impulsos, improvisaciones y ocurrencias, hacia la división total de la sociedad, hacia la fractura y desaparición de organismos e instituciones; hacia el exterminio de la oposición y de quienes disienten de él.

Que despierte México. Que deje el silencio, la apatía ante la destrucción de todo.

Que levantemos la voz y nos unamos para detener esta barbarie.

Debe haber alguien fuera del PRI, del PAN y del PRD con capacidad para corregir, con valores, con educación, con principios éticos, cívicos y morales -de los que López Obrador carece pero presume- para que se detenga el retroceso por el que nos lleva; para que se acabe la brutal corrupción que practica y niega; para que se dejen los abrazos para los buenos ciudadanos y se combata al narcotráfico y la delincuencia organizada; para que la injusticia, impunidad y miseria se erradiquen, no se impulsen y defiendan.

De lo contrario, tendremos seis años más de lo mismo con Claudia Sheinbaum o Adán Augusto López Hernández, que con actitudes también autoritarias, pretenden emular a su jefe y hacen todo por ganar la oportunidad.

Hoy, la cargada mayoritaria la tiene la Jefa de Gobierno, pero con un cambio de señales del Presidente López Obrador, los gobernadores, senadores, diputados y alcaldes que la apoyan, cambiarían de playera de inmediato para ponerse la de quien ocupa el Palacio de Covián.

Sabe que los próximos seis años serán nuevamente de Morena y por eso ríe, se carcajea, se burla, reta y toma cuanta decisión -por absurda que ésta sea- cruce como ocurrencia por su cabeza.

Este hombre que ocupa la máxima magistratura del país, pequeño de estatura política pero enorme embustero y gran manipulador de masas, muy pronto será el más repudiado de los expresidentes, y como he escrito en este espacio, “La Chingada”, su rancho, le quedará pequeño para esconderse, para huir del repudio social, y se dirá incomprendido y traicionado.

Y así como él ofrece asilo a dictadores y defiende a asesinos, cuando acabe su sexenio, buscará cobijo para él y su detestable familia en Cuba, Venezuela o Nicaragua, porque en esta tierra y con esta gente tan agraviada, no podrá salir ni a la esquina.

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