En opinión de Octavio Campos Ortíz
Un voto que decepciona 

El Ágora

Octavio Campos Ortiz

Más allá del traje a la medida que representan las encuestas cuchareadas, infodemia cuyo propósito es confundir al electorado y llamar al abstencionismo, hay ejercicios demoscópicos callejeros y posturas políticas de ciertos sectores que vaticinan la permanencia del proyecto político del trasnochado populismo de la 4T. De reflejarse los resultados de esos rudimentarios ensayos electoreros entre universitarios y gente de a pie o los coqueteos de los hombres de negocios agachones que abiertamente se pronuncian por apoyar a la candidata oficial – aunque no tomar en cuenta sus propuestas-, será inevitable que vivamos otros seis años en el retroceso, en la economía de Estado, el subsidio a la pobreza, sin esquemas de salud y educación de calidad y suficientes, con una espiral delictiva imparable y una mayor violencia abalada hoy desde Palacio Nacional que considera que los homicidios dolosos son actos de caridad.

En días pasados hubo diversas pasarelas con empresarios, donde conocieron los “proyectos” económicos de la ex jefa de Gobierno y aunque no se vio amigable con las actividades de los emprendedores ni habló de alentar las inversiones o respetar las leyes que afectan a los empleadores, fue recibida con un moderador a modo que le preguntó si “ese arroz ya se coció”  a lo que contestó con arrogancia la aspirante a la Presidencia que solo faltaba “el trámite del 2 de julio”, con lo que descalificó la voluntad popular porque sabe que de no favorecerle el resultado de las urnas, siempre tendrán el recurso de la elección de Estado, por lo que para los de la 4T, los comicios solo son una formalidad, un mero trámite. Ilusos patrones contemplaron en su carta a Los Reyes el respeto a la autonomía del Poder Judicial y no tuvieron que ir muy lejos por la respuesta, ya que en ese mismo evento y ante los anfitriones les espetó que la reforma contra los ministros va. 

Es incomprensible que un sector tan vilipendiado, perseguido, descalificado e incluso culpado de la explotación del pueblo, que muchos de sus integrantes se han esforzado por hacer de este país una nación productiva y alentar el desarrollo a pesar de las fracasadas políticas económicas del régimen, pretendan sus dirigentes dar su voto corporativo a quien representa la continuidad de ese gobierno que persigue y sataniza a los patrones, que no da certeza jurídica a las inversiones e incluso los chantajea para financiar los programas sociales y es la que menos alienta la actividad empresarial. Los empleos que hay son producto del esfuerzo de miles de pequeños, de medianos empresarios y no por una política pública que impide su generación. Esperemos que solo sean esos empresarios cupulares, agachones y veletas que buscan mantener sus negocios, los que sufraguen por la 4T, pero que la mayoría de los empleadores y sus muchos trabajadores, afectados en su nivel de vida, elijan la otra opción.

Caso similar es el de los ensayos electorales que se realizan en ciertas universidades o sondeos en la vía pública, donde  aparentemente los universitarios emiten su opinión sin reflexionarla, ya que en automático se manifiestan por la candidata de la 4T, con lo que demuestran ignorancia y desconocimiento de la realidad social, carentes de información o sin utilizarla, como autómatas pretender votar por quien les ha quitado la posibilidad de tener una educación de calidad, por quien redujo el presupuesto a la educación superior  para darles “becas” a los ninis, por quien menosprecia la ciencia y la tecnología, por quien ha ideologizado la educación y rechazado la instrucción pública competitiva y de calidad, por quien solo quiere formar mano de obra barata y profesionistas mediocres. Por ese proyecto pretenden optar.

El otro segmento social que parece no querer el desarrollo social es el de la población obnubilada que ya se acostumbró o resignó a sobrevivir gracias a las dádivas gubernamentales, a aceptar la pobreza como destino manifiesto y creer que los programas sociales son el único bienestar que merecen. Jóvenes que se acostumbran a la comodidad de recibir dinero sin esforzarse a cambio de lealtad electoral. Como decía una exjefa, “allá ellos y su mala cabeza”, el problema es que nos llevan al baile a todos. Concienticemos el voto, es la última llamada.

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