Una historia cualquiera

De memoria

Carlos Ferreyra

Como me lo contó lo cuento, hace dos décadas y como no tengo su autorización, me abstengo de dar su nombre. Pero existe y hoy dice disfrutar su vejez y su pensión. Abrió los ojos sin entender dónde estaba. Sintió el pantalón mojado, la confusión de no saber cómo y por qué estaba allí. Su hermano lo miraba fijamente y le preguntó si se sentía bien.

Sí, respondió, se dio la vuelta mirando a la pared y se quedó dormido una hora, quizá dos. Camino a casa, luego de cambiarse la ropa sucia, se enteró que en la casa del propietario de la Imprenta Eivers festejaban la exitosa prueba para suajear las hojas de contabilidad , lo que requería una precisión milimétrica. Los suajes eran unas plecas afiladas para cortar el papel Ledger.

Y se logró usando una prensa Chandler mecánica. Ya no habría necesidad de importar esos formularios. Curioso, de pronto se desplomó y lo único que se les ocurrió fue llevarlo a la cama y avisarle a su hermano que muy diligente llegó con una maletita con ropa limpia y una enorme toalla. Pero no pasó por la mente de nadie convocar a un médico.

Así, por consenso concluyeron que habría sido una ligera intoxicación. En casa no mencionaron el incidente que se repitió dos veces en un par de meses. No se quería inquietar a la mamá, de carácter aprehensivo, y mucho menos a papá que se encontraba en Tabasco en la construcción de la carretera a Villahermosa.

La hermana mayor era jefa del laboratorio de la Cruz Roja. Consultó con los galenos amigos que acordaron poner el caso en manos de un joven cirujano muy destacado que por entonces cursaba una especialización relacionada con afecciones neurológicas. Sometió al paciente a un detallado y recomendó ciertos estudios. Por la secuela de los incidentes registrados, de inmediato supuso que se trataba de epilepsia en la versión benigna de petit mal.

Decidieron practicar un angiograma para el que anestesiarían al paciente. Se negó y comenzó el procedimiento de introducir en una arteria del cuello para inyectar un líquido de contraste Narra el paciente que sintió cuando los ojos se salieron de su órbita, las orejas ardían y la nariz se enganchaba con un dolor atroz Te lo advertimos, dijo el médico ante el reparo del paciente que pidió se repitiera y ya que había medido el volumen del dolor, lo aguantaría.

Así fue y el resultado muy positivo, sin encontrar malformaciones del sistema circulatorio ni irritación de la corteza cerebral por posibles cicatrices craneales. Mientras, toda suerte de ataráxicos y mucho Fenobarbital insuficientes para una mejoría. En desafío abierto a las leyes de probabilidades, el enfermo siguió trepado en la motocicleta. Estaba planeando casarse. Su novia sabía del problema pero la presunta suegra se enteró el día que el patatús le agarró en la casa de la novia

Se repitió la historia.

Despertó en cama ajena sin saber cómo llegó allí, su hermano con su maletita pero sin registrar incidentes incontrolables. En el departamento rumor en sordina como de velorio. En esta ocasión no se destanteó. Se le saludó y anunció que volvería al día siguiente Regresó y lo esperaba la madre de la novia que sólo preguntó qué pensaban del asunto.

Ratificaron su devisión a la que la señora dio su apoyo. Al paso del tiempo y con el consejo médico, abandonó la medicación e hizo los que suponía eran ejercicios mentales, leyó lo que caía en sus manos con la intención de mantener la mente ocupada.

Pasó mucho tiempo sin angustias hasta el día que viajó a Estados Unidos. En el puerto de entrada una mujer de indudable etnia latinoamericana lo detuvo, lo colocó tras una línea amarilla en el piso y mientras viajeros iban y venían, cada vez que buscaba descansar en una u otra pierna, la joven movía su índice a los lados y lanzaba sucesivos oooooh, haciendo además gestos de disgusto.

Sintió los primeros síntomas, el aura luminosa que lo cegaba, tomó con todas sus fuerzas ambas muñecas pegando los brazos al cuerpo. Un río de lágrimas alertó a la Migra que asustada preguntó si se sentía mal, si quería un médico, la mudez y el rostro descompuesto motivaron a que la mujer lo acompañara hasta que recogio su equipaje .

Llegó al hotel donde un pensamiento le provocó una risa de loco: La mente domina al cuerpo, pequeño Solín. De las obras filosóficas de Kaliman…

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