En Opinión De...

   En opinión de Miguel Valera  
 Vivir un día más  

Relatos dominicales

Miguel Valera

Yo no entendía por qué los yugoslavos lloraban cuando escuchaban a los mexicanos cantar Las Mañanitas hasta que un día Marko, un viejo amigo de Belgrado, la capital de la antigua Yugoslavia, hoy República de Serbia, me contó que ese canto tradicional mexicano llegó a su país a través de la película “Un día de vida”, de Emilio “El Indio” Fernández, luego de que en 1948 la URSS expulsara a Yugoslavia de la Oficina de Información Comunista y se prohibiera el cine soviético de Europa Occidental y de Estados Unidos.

El filme estrenado en 1950 estaba ambientado durante la Revolución Mexicana y tuvo como protagonistas a Columba Domínguez —Belén Martí, periodista cubana— y Roberto Cañedo —Coronel Lucio Reyes, un militar condenado a muerte—. Un día antes de ser fusilado, el Coronel Lucio pide a sus captores que le permitan ver a su progenitora, Mamá Juanita y cantarle Las Mañanitas, con motivo de su santo. Más allá del toque romántico que se da entre la comunicadora y el militar condenado a muerte, destaca la interpretación de la canción mexicana.

Para los yugoslavos, escuchar “Las mañanitas” en esa cinta significó un canto de esperanza frente a las difíciles circunstancias que atravesaban. Estuvo en cartelera al menos durante veinte años, me cuenta Marko Tasić. Además, la letra que se le adaptó a la música dice —mientras abre una botella de Rakia que trajo de su último viaje—, es muy significativa: “Tan solo un día de vida, una copa más, sírveme ahora, porque mañana no estaré contigo, porque mañana moriré. Mi vida fue breve, fugaz como un sueño, y yo sólo quiero uno, Vivir un día más. Y yo sólo quiero uno, Vivir un día más”.

“Deja que los viejos amigos vengan, como alguna vez a este lugar, deja que nuestra canción sea escuchada, esa última voz de mi corazón. Mi vida fue tan corta y pasó como un sueño y yo sólo quiero uno, Vivir un día más. Y yo sólo quiero uno, Vivir un día más. Y que todo sea eterno. Deja que esos días duren para siempre. Deja que el viento diga todo el secreto de mi vida. Mi vida fue breve. ¿Por qué fue tan corta? Y yo sólo tengo un sueño, Vivir un día más. Y yo sólo tengo un sueño, Vivir un día más”.

Esta pieza la popularizó ya en tiempo de YouTube y redes sociales, Mišo Kovač, pero en esencia marcó una época para todos mis contemporáneos. Cuando escuchabas esa música en la película de “El Indio” Fernández la piel se me enchinaba y automáticamente pensaba en la segunda gran guerra que ya había dejado muchas secuelas en nuestro país y en los conflictos internos que nos estaban separando del régimen comunista.

Tú no te imaginas, añadió Marko, de la fuerza que puede tener una canción en el alma de un pueblo. Es ahí, donde yo creo, como tú me has dicho otras veces, que la esperanza es la fuerza motriz más grande que existe en el mundo. Podrás pensar en todas las fuentes de energía que existen, las ya descubiertas y las que seguramente se descubrirán en el porvenir, pero ninguna es tan potente como la fuerza de la esperanza, concluyó, mientras me servía una copita más de Rakia de ciruela para darle fuerza a mi amuñungado corazón.

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