En opinión de Luis Farías Mackey
Yo no soy, es Harfuch
Luis Farías Mackey
¡Al ladrón, al ladrón!, suele gritar el verdadero ladrón para que los robados persigan a quien nada tiene que ver. Tal parece ser el caso de López Obrador cuando asevera que “La realización de operativos que prioricen el uso de la violencia contra carteles representaría una contradicción con la retórica que se ha planteado desde el sexenio pasado, posibilitando la creación de un distanciamiento con la sociedad y el gobierno federal”.
Analicemos su discurso: Dice que priorizar el uso de la fuerza para combatir a los cárteles que asolan la Nación con lujo de violencia y fuego de armas sofisticadas desde coches artillados, representaría una contradicción con la “retorica” planteada en su gobierno.
Empecemos porque para eso se refrescan los gobiernos, para, de ser necesario, contradecir, léase corregir, no sólo la retórica, sino el accionar del anterior. Sigamos tan sólo con Sinaloa, inmerso en una guerra que ya suma más de cien días de sangre y fuego, frente a lo cual él pide que el uso legítimo de la violencia, que es potestad política y jurídica del Estado, se deponga, tamice y de ser el caso se evite y prohíba, porque, ¡y aquí está lo mejor!, contradice la “retórica”, es decir sus “abrazos no balazos”.
Retórica que ha valido una pura y dos con sal.
Y luego cierra, porque atacar a los cárteles, puede significar un distanciamiento entre la sociedad y el gobierno. Nótese que no usa el sobado término de “pueblo”, habida cuenta que, para él, pueblo y gobierno son lo mismo; así que utiliza el de sociedad, para poderla distinguir del gobierno. Otra lectura, que a mí me parece más acertada, es que la sociedad podría distanciarse del gobierno si éste se empecina a seguir abrazando a quien la esquilma, explota, asesina y desaparece.
Curioso, no le preocupa que los cárteles ensangrienten el país, sino que la gente se pudiera enojar con el gobierno por defenderla de ellos. El sólo planteamiento y argumento es de locos.
No obstante, veo, sin que se mencionen, varios elementos inmersos más. Brilla como faro en la noche que López quiere lavarse las manos frente al crimen organizado: “no soy yo”, es otro quien prioriza ahora la violencia contra ustedes, y en abierta contravención de mi retórica. ¡Yo les cumplí, que les quedé claro, eh!, pareciera decirles. ¿Por qué tendría que hacerlo? ¡That is the question!
La otra y más peligrosa es de alguna manera señalar al responsable, que sería García Harfuch, como quien está rompiendo el pacto por López sellado y, por tanto, a quien tienen los criminales que culpar o, peor aún, sacar de la jugada. Los peligros implícitos en este, “yo no soy, es aquél”; “¡al ladrón, al ladrón!” es de una gravedad inaudita y cobarde.
Finalmente, también extraña que cuando habla de posibles intervenciones extranjeras en suelo mexicano, mencione de un levantamiento armado del pueblo, sin referirse ni una vez a las Fuerzas Armadas nacionales, por cierto, convertidas por él en contratistas del gobierno; como si no existiesen o, peor aún: no les guarde ninguna de confianza. Por eso habla de soliviantar al pueblo y, por qué no, de ser necesario de la mano del crimen organizado. Mientras las armas nacionales administran hoteles y tapan baches.
Me pregunto qué pensará el Ejército y la Armada de su silencio.