INE-AMLO: La guerra arrecia / En opinión de Joel Hernández Santiago

Así que la guerra arrecia. La guerra entre dos poderes: Uno, el gobierno institucional, otro autónomo y también institucional porque, aunque no se quiera, el Instituto Nacional Electoral es una institución autónoma construida en ley durante más de treinta años, ya como IFE y luego en 2014 como INE.

Han sido muchos años en los que el INE se ha consolidado, pero que hoy está en peligro grave.

Son muchos años en los que a fuerza de trabajo, de lucha contra intereses siempre mezquinos que mantienen la idea de manipular los procesos electorales; de entrega de muchos hombres y mujeres que se han capacitado en todo el país, para dar forma a procesos electorales limpios, transparentes y sin mácula; confiables y ciertos. Largos procesos de prueba y certidumbre

Este INE y sus viejos antecedentes, nacieron por la desconfianza; la que surge de la manera sucia y corrupta como se llevaban a cabo las elecciones tanto federales como estatales o municipales.

… Siempre en manos del gobierno mismo, que se convertía en el gran elector, que hacía chanchullos, trampas, engaños, manipulación y un sin fin de tropelías con los que se hacían del poder y decidían caminos y destinos de gobierno y, en consecuencia la vida o muerte de la democracia nacional…

De hecho no se puede hablar de democracia en México durante la mayor parte del siglo XX porque durante más de setenta años, desde la conclusión de la Revolución armada en México, el país dejó a un lado esa aspiración para convertirse en un país de un solo partido y de un grupo de hombres que reciclaban el poder político y económico de la Nación, en su favor.

“La dictadura perfecta” se le llamó. “El ogro filantrópico”. “La revolución institucionalizada” y tanto más. Se llevaban a cabo procesos electorales porque así lo marca la Constitución, pero esos procesos no eran ni electorales ni democráticos, porque todo estaba en manos del ser político supremo que decidía quién iba a tal o cual gubernatura, tal o cual senaduría o diputación, o municipio o institución: todo surgía desde las islas del gobierno federal. “El dedo del señor”.

Era una especie del “juego que todos jugamos” porque nadie confiaba en las elecciones y muchos lo tomaban a chunga: “México es el único país del mundo en el que antes de las elecciones ya se sabe quién será presidente… o diputado… o senador… o…” se decía. O de plano aquello de “Para qué voy a votar si de todos modos ya sabemos quién va a ganar”. (El PRI por entonces).

Y por lo mismo el país se convertía en una olla exprés que luego de mucho tiempo de contención estaba a punto de estallar. Estaba a punto de surgir de ahí una hecatombe. Y en vista del peligro, del gobierno mismo surgieron aquellas reformas electorales por las que poco a poco se dio acceso a partidos políticos de oposición, incluidos los antes excluidos, particularmente aquellos de izquierda profunda: Partido Comunista Mexicano…

Era cosa de tiempo y de pulso político. Jesús Reyes Heroles lo percibió y estimulo aquellos cambios. Bien. Pero aún era insuficiente porque las elecciones seguían en manos del gobierno federal, desde la Secretaría de Gobernación, desde donde se cocinaban los engaños, las mentiras, la manipulación, la corrupción electoral: todo en favor de la preservación del gobierno interminable.

Todo ello mantenía a México en vilo. Porque las elecciones seguían siendo manipuladas o hasta –en sus momentos más abyectos- con “caídas del Sistema” por el que se decidió desde Gobernación quién gobernaría al país en 1988 y no quién había ganado las elecciones.

Surge entonces la esperanza. Las comisiones electorales. Los comités electorales. Y surge en 1990 la creación del Instituto Federal Electoral que habría de iniciar el largo camino para intentar la democratización electoral, por el que habrían de limpiarse de vicios y malas mañas y costumbres los comicios tanto federales como estatales y municipales, legislativos.

Y luego de vicisitudes y luchas y contrariedades para enfrentar al interés de gobierno, de gobiernos, de políticos, de partidos políticos y de intereses económicos ajenos a lo electoral, finalmente a lo largo de esos más de treinta años el INE está consolidado y es garantía de probidad, de transparencia y de rigor electoral-legal: todo en Constitución y en ley.

El INE nos garantiza que nuestro voto esté a salvo y cuenta, a pesar de que persisten políticos y partidos que se empeñan en la trapacería, el engaño, la simulación y la ambición política a futuro, a pesar de todo está y estará ahí para salvaguarda de nuestros intereses políticos nacionales.

Y ese mismo Instituto autónomo está en peligro; recibe embates agresivos de gobierno desde Palacio Nacional y, en consecuencia, de los operarios del régimen que como focas aplaudidoras, en todas las zonas y áreas de gobierno, se empeñan en destruir lo construido por todos los mexicanos:

Una institución querida por todos los mexicanos. Un INE en el que ponemos nuestra confianza y la garantía de que aún es posible la democracia en México…

Se acusa de todo a la Institución autónoma de la que se quieren apoderar para volver a la vieja historia de que sea el gobierno quien maneje los procesos electorales, particularmente el de 2024. Para repetir aquello: el engaño, la mentira, la traición y la corrupción hecha voto mentiroso.

¿Es esto lo que quieren –queremos- los mexicanos? ¿Es esto lo que merecemos?… “Nunca una traición” decían los forjadores de la democracia histórica. Y esta podría ser eso: una traición a todos los mexicanos…

El INE se debe preservar y con ello preservaremos la democracia, la que está en grave peligro en este mismo momento de nuestra historia.

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