Nueva Dictadura de Partido / En opinión de Jesús Mcihel Narváez

Amenazados de “muerte política”, porque desde la reforma electoral fallida, suspendida, congelada, se aprobó eliminar la cláusula de “vida eterna” que permitía a los aliados de los partidos grandes recoger votos para cumplir con el porcentaje establecido en la Constitución y en las leyes electorales, el PT no resistió más y declinó en favor de Armando Guadiana que, sin embargo, no levantará un solo sufragio de parte de quienes se identificaron con Lenin Pérez y Ricardo Mejía.

Primero el sábado, Mario Delgado convocó a la dirigencia nacional del PVEM con Karen Castrejón como presidenta formal y en conferencia de prensa se anunció que los del tucán dejaban de apoyar a Pérez y se “sumaban” a la del candidato de Morena al gobierno de Coahuila.

Del PT no se sabía que camino tomaría, aunque era predecible. Alberto Anaya Gutiérrez, dueño de la franquicia rojinegra, no resistió la exclusión de su posible participación como adlátere de Morena en los comicios federales de 2024 y finalmente, después de la torcida de brazo y sentir como le aplicaban “la china” en el cuello, le dio gusto al huésped temporal de Palacio Nacional y a su emisario, el mensajero, Mario Delgado. Anunció la declinación y el retiro del respaldo a Mejía.

La verdad, la cruda realidad, superará la cobardía de los dirigentes partidistas que dejaron en solitario a sus candidatos debidamente registrados y por tanto están en las boletas.

La nueva dictadura de partido no la niegan Delgado y su jefe. Morena es el ¡PRI de la Década!

Lenin y Ricardo se negaron a levantar la mano del magnate carbonífero y, por el contrario, anunciaron que seguirían en sus campañas y sus representantes -las dirigencias estatales del Verde y el PT seguirán apoyando a sus candidatos- estarían en las casillas para vigilar el proceso electoral del domingo.

A todo mundo sorprendió que al resultar “ganador” de la encuesta el senador Guadiana, los aliados de Morena se rehusaran a ser parte del equipo “ganador”. La rebeldía representó el primer paso de una ruptura que resquebrajó las aspiraciones del congresista y generó avances para el aspirante del partido oficial que, en la alianza formada por el PRI, el PAN y el PRD, mantiene una cómoda ventaja entre las preferencias electorales,

El dirigente nacional de Morena amenazó, desde entonces, que la alianza con los que traicionan los “principios” se miraba difícil para los comicios federales estatales y municipales del 2024. Sus “pares”, Anaya y Castrejón, prestaron oídos sordos y se envalentonaron. En entrevistas radiofónicas en estaciones locales y nacionales, afirmaron que mantendrían a sus candidatos en la liza, porque evaluaron cómo va a votar la población.

La presión aumentó y pasó de declaraciones a convertirse en un problema de sobrevivencia para Delgado. Recurrió a su “consejero mayor” y, con la sabiduría y el excelso manejo del leguaje que lo caracteriza, le ordenó recordarles el 10 de mayo si mantenían sus ambiciones personales y traicionaban el movimiento transformador. Ni tardo ni perezoso, el dirigente se despabiló y subió el tono de las amenazas.

Quién sabe si ellas resultaron la vuelta de tuerca o hubo las conocidas “maletas” que acostumbra lleva vacías a Palacio Nacional de donde salen repletas… de “información con fotos de Juárez”.

Como fuere, lo cierto es que la elección podría decirse está cantada.

Sin embargo, como afirma el maestro Enrique Gutiérrez, profesor-investigador de Ciencias Políticas y Sociales en la Iberoamericana, la verdadera encuesta es la que surge de las votaciones.

Las demás, sostiene, son el intento de una radiografía que, en muchas ocasiones, está fuera de foco.

Lenin y Ricardo verán subir sus bonos ante el electorado que no está acostumbrado, como en todos los estados de la República, que de la Ciudad de México lleguen las instrucciones y defenestren a los coahuilenses. Cierto: no les alcanzarán los votos, pero coadyuvarán para que Guadiana se dedique a sus minas, que le dejan millones de dólares, y en mejor de los casos, regresar al Senado para seguir cobrando su dieta y disfrutar de los “privilegios” que solamente tienen los fifís.

Al final de la jornada, quienes decidirán qué clase de gobierno quieren, serán los ciudadanos. Es su derecho y ningún “chilanguito” se los puede arrebatar.

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