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   En opinión de Miguel A. Rocha Valencia  
 Violencia se generaliza gracias a la impunidad que goza el crimen  

Yo Campesino / Que se maten

Miguel A. Rocha Valencia

Ante una autoridad omisa y cómplice que sólo contempla cómo los criminales se asesinan y aterrorizan ciudades y regiones enteras, el virus del terrorismo se expande por varias áreas del país donde la ley de las armas se impone a la ciudadanía convertida en rehén de la delincuencia organizada de la que nadie escapa.

Y es que, a pesar de las denuncias, las decenas de muertos y la extrema violencia con que actúan los grupos criminales en la disputa de territorios y “clientelas”, la instrucción a las fuerzas dizque de seguridad es “no enfrentar” hasta llegar al absurdo de que generales se atreven a reconocer que la matazón se detendrá cuando los delincuentes quieran.

Es decir, ya no hay autoridad, no existe el estado de derecho; se impone la fuerza de las armas y con ello, el riesgo de que, como virus, la violencia se propague y sean los hampones quienes determinen el destino de las comunidades como sucede en Sinaloa donde la población está a merced de los grupos criminales sin que la presencia de militares y guardias nacionales sirva como elemento disuasivo. Que se maten, sería la consigna.

Mejor, quienes pueden, escapan, hasta el mismo gobernador Rubén Rocha Moya anda de visita por la ciudad de México en tanto en un solo día se reportaron 16 asesinados en Culiacán, con lo cual la cifra rebasa los 60 e n tanto que la población aterrada prefiere quedarse en sus domicilios a pesar de los exhortos de los gobernantes para que salgan a cumplir sus actividades normales o a las escuelas donde las agresiones a los docentes pasan de la amenaza personal a lo familiar.

Somos la “Mayiza” dicen los jóvenes que presumen ser soldados del cártel, lo cual da idea de lo penetrada que está la delincuencia en la sociedad sinaloense. Igual que en Sonora donde luego de un enfrentamiento, se descubrió que los sicarios eran niños de los cuales tres cayeron abatidos y ocho más detenidos. 

No se olvide que entre los 198 mil asesinados este sexenio, más de 35 mil con menores de edad, algunos de ellos de escasos 12 años, lo cual nos deja ver que la violencia es parte ya de la sociedad donde muchos jovencitos desean ser delincuentes cuando crezcan. Esa es su aspiración pues consideran que ese es el mejor camino para colmar sus sueños y no con las becas del bienestar.

Lo mismo sucede ya en Chiapas, Michoacán, Guerrero y Oaxaca donde los jóvenes ven en la delincuencia dos posibilidades: una salir de la miseria y dos, no ser asesinado por resistirse, pero, además, convencidos de que serán intocables, que la autoridad no hará nada por meterlos al orden pues ellos son quienes mandan.

Por lo pronto, debido a la gran seguridad de que según el ganso disfruta el país, el recinto de San Lázaro, que será sede de Congreso General, es protegido con barricadas ante el temor de que el pueblo sabio y bueno pueda empeñar de alguna manera la ceremonia de transmisión del poder Ejecutivo entre el amo y su corcholata.

Las señales que envía a la sociedad este hecho es tan ominoso como el que mandó el tlatoani tabasqueño con las barricadas de acero en torno a palacio Nacional donde se aisló de las voces populares de aquéllos que le reclamaron promesas incumplidas o simplemente le gritaban que mentía y que miles de mexicanos mueren todos los días por su cobardía y decisiones.

Así el país se enfila no a una nueva etapa sino al un sexenio más de lo mismo donde la inseguridad se socializa lo mismo por la pobreza laboral, escasez de medicamentos, carestía, los muertos y las decisiones autoritarias de quienes se sienten la encarnación divina.

 Tan es así que en todas las misas de la iglesia católica se pidió por paz y en la Basílica de Guadalupe el obispo exhortó a participar en las jornadas y oraciones por la paz en tanto daban cuenta de la cantidad de sacerdotes asesinados durante la actual administración, cuyos casos no se resolvieron.

Y es que el facto impunidad es determinante para que crecimiento de la violencia que cual virus se contagia sin que exista la cura.

Esa impunidad que se otorga desde palacio Nacional no sólo a los miembros del cártel de la 4T sino a los demás grupos criminales quienes tienen garantizados los abrazos por parte de las fuerzas de seguridad a cambio de los balazos que reparten entre la sociedad.

Tal vez sea exagerado que el país está en llamas, inmerso en esta oleada de violencia que ya en algunos lugares es el pan de cada día, pero el hecho es la existencia de una gran masacre, como no se vio en sexenios anteriores que asesina, secuestra y desaparece a cientos de miles de mexicanos y a otros, muchos más, los toma como rehenes a base de terror.

En ese marco sangriento iniciará el próximo sexenio y no parece que vaya a mejorar.

Nunca quiso pacificar al país porque le convenía. Deja un desastre.

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