En opinión de Miguel A. Rocha Valencia
Quienes ahogan la libertad de expresión en sus países, festejan excarcelación de Assange

Yo Campesino / Aberración

• Quienes ahogan la libertad de expresión en sus países, festejan excarcelación de Assange

Miguel A. Rocha Valencia

En una de las contradicciones más absurdas, los más encarnizados persecutores de periodistas, medios y organizaciones críticos en México, Cuba, Colombia y Venezuela, se alzaron como paladines de la libertad de expresión y se adjudicaron la liberación de Julián Assange, creador de WikiLeaks. Sus mentes retorcidas festejaron la libertad de quien se confesó culpable de difundir información secreta, pero al mismo tiempo son reconocidos como las principales amenazas del periodismo y el pensamiento libres con acciones donde aplican todo el poder del Estado para aplastar la disidencia, a quienes ver una realidad distinta en sus respectivos países.

De tal suerte que en una de las aberraciones más palpables de nuestros tiempos, el ganso mexicano de Macuspana, Nicolás Maduro, Gustavo Petro de Colombia y Miguel Díaz-Canel calificaron como un triunfo de la libertad de expresión la liberación del australiano acusado de espionaje. Quien de plano se subió al templete de triunfador fue el caudillo de Tepetitán quien prácticamente se adjudicó la liberación de Assange y anunció que le hablaría por teléfono para saludarlo y felicitarlo. En contra partida, el candil de la calle y oscuridad de su casa (como dice don Paco Rodríguez) reconoció la persecución de que son objeto Carlos Loret de Mola, su esposa, Víctor Trujillo y la empresa LatinUS para pretenderlos culpar en un caso de lavado de dinero o al menos, evasión o elusión fiscal.

Claro como siempre la “víctima palaciega” pone su cara de inocente y afirma no tener nada qué ver, que la Unidad de Inteligencia Financiera del millonario rábano de las Lomas de Chapultepec, Pablo Gómez, actúa porque encontró indicios de “algo” irregular. Justo cuando el profeta de la 4T se regodea en “su triunfo” por la liberación de un sujeto que se declaró culpable para salir en libertad, como los delincuentes que se vuelven testigos protegidos para salir de la cárcel, se hace pública la persecución a los periodistas, que sólo son la punta del Iceberg.

Y es que es el método empleado desde el principio por el gobierno de la transformación, el chantaje y la amenaza hasta con sus simpatizantes como quedó demostrado en la pasada justa electoral donde el ejército de 20 mil siervos de la nación advertía que no votar la por 4T les haría perder su “chayote” bimestral. Contradicción mayor cuando en México se persigue a quien revela los secretos a voces de la corrupción de quienes hoy gobiernan y contra quienes no se aplica la ley porque la única norma que existe en México en la actualidad y al parecer en los próximos años, es la que dicta la 4T, que lo mismo castiga a los “enemigos” que solapa y protege a los de casa, especialmente si son familiares.

Igual que con Assange, hay pruebas de lo hermanos, hijos y demás familiares han hecho para hincharse de dinero, repartir entre sus cómplices y desde luego entregar al jefe de la actual mafia en el poder, en una diarrea de corrupción que enloda no sólo la investidura presidencial sino las paredes de su palacio. Es decir, por un lado, festeja a quien revela las suciedades ajenas, en otros países, especialmente si se trata de Estados Unidos, pero sufre demencia cuando se revelan las de casa, esas que con pruebas dan las dimensiones de la impunidad existente en los cuadros del poder, incluyendo la sucesora.

Se enoja y emberrincha si le echan en cara el derroche de sus locuras, el despilfarro del dinero público mismo que se usa para comprar conciencias y lealtades y más aún cuando se le dice con pruebas que en ese saqueo participan sus hermanos e hijos, él mismo cuando acepta recibir dinero de dudosa procedencia con la cual seguramente tiene asegurada una poltrona vida en La Chingada pues con 35 mil pesos no le alcanzará ni para “chicles” dado el costo de mantenimiento de la finca y la servidumbre. Por ello debe preocuparse pues entonces podrá saberse “por dónde le entra agua al coco”.

Que no se olvide del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, sentenciado a 45 años de cárcel por utilizar al ejército y la policía nacional de su país para ayudar a traficar droga. ¿Coincidencia? No sabemos, sólo consignamos el hecho por aquello de #narcopresidente y la insistencia en criticar a las agencias de seguridad estadunidenses, esas que dependen del Departamento de Estado y que les siguen los pasos a muchos y cuando los agarran, no los sueltan… ¡Aguas!

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